En este «thriller», los asesinos psicópatas tienen acento sureño
Stephen King reseña la última novela de S. A. Cosby, «All the Sinners Bleed»
Reseña escrita por Stephen King y publicada originalmente en The New York Times. Traducción de Óliver Mayorga.
Titus Crown es un exagente del FBI que consigue un puesto de comisario, casi por accidente, en una comunidad rural de Virginia. Es negro. El Sr. Spearman enseña geografía y lleva un abrigo de muchos países el Día de la Tierra. Él es blanco. Dado el nombre del pueblo y del condado donde viven estos dos —Caronte— cabe esperar que ocurran cosas malas, y sin duda ocurren. Como en las dos novelas anteriores de S. A. Cosby, Blacktop Wasteland y Razorblade Tears, el número de cadáveres es elevado y la acción prácticamente incesante.
Dicha acción comienza con el aviso de un tiroteo en el instituto Jefferson Davis. El comisario Crown reúne a sus ayudantes, algunos blancos y otros negros, con la esperanza de que el agresor no tenga un AR-15 o un AK-47, una de esas armas «diseñadas para repartir muerte a montones como un esparcidor de semillas».
En lugar de una masacre encuentran una única víctima, el querido Sr. Spearman. El tirador, Latrell Macdonald, es abatido por los ayudantes de Titus cuando se niega a soltar el arma; sus últimas palabras son: «Me he convertido en la muerte». ¡Qué siniestro!
Cuando Titus consigue acceder al teléfono de Spearman, en una escalofriante escena en el depósito de cadáveres, encuentra imágenes espeluznantes de torturas y asesinatos. Las víctimas son niños, todos negros. Latrell y Spearman formaban parte de un trío de asesinos. El tercer asesino sigue suelto. El trabajo de Titus consiste en encontrarlo en una comunidad sureña que Cosby describe como «una tierra de nadie entre gente que creía en él, gente que le odiaba por el color de su piel y gente que creía que era un traidor a su raza».
En Blacktop Wasteland y Razorblade Tears (y en un thriller anterior, My Darkest Prayer), Cosby trabajó la parte criminal del género crimen/suspense. En este nuevo libro ha escrito un buen policial. Titus sigue pistas. Titus investiga a los sospechosos. Titus descubre el cadáver de su desconocido sujeto en una escena llena de horror y teñida de piedad. Titus lidia con dos novias, una nueva y otra antigua (la antigua es, como era de esperar, una podcaster de crímenes reales). Como en la mayoría de las novelas de este tipo, está seguro de que se le ha escapado alguna pista vital, y así es. No es un gran macguffin cuando aparece (los grandes macguffins son propiedad de Alfred Hitchcock), pero es bastante bueno. Las novelas de crimen y persecución también suelen terminar con una batalla campal entre el bueno y el malo, lo que creo que Elmore Leonard llamaba «un tiroteo en el pantano», y Cosby ofrece un buen clímax. Luego, en un epílogo, sirve una sorpresa final que merece todo el viaje.
Así pues: es una novela de crimen e investigación bien contada. Hay muchas en el mercado. Lo que distingue a esta novela, lo que le da valor y textura, es su infalible descripción de la vida rural de un pequeño pueblo y de las incómodas (y a veces violentas) interacciones entre los ciudadanos blancos y negros de Caronte. El comisario Crown se encuentra en esa zona gris intermedia, con un pie en ambos mundos. La novela se vuelve gótica sureña en algunos momentos —hombres homosexuales que pasan por heterosexuales, el hijo ilegítimo de una relación interracial, predicadores de Jesús que manipulan serpientes—, pero Cosby mantiene la atención en la historia y pisa el acelerador. Se centra firmemente en Titus y en la propia ciudad de Caronte. Para mí, la realidad del lugar y de la gente que vive allí levanta esta historia y la hace cantar.
En una entrevista concedida en 2021 a la Biblioteca Pública de Los Ángeles, se le preguntó a Cosby si había algún libro que hubiera cambiado su vida. Citó El demonio vestido de azul, de Walter Mosley, que «me hizo darme cuenta de que podía escribir sobre la gente con la que crecí y no temer que mi obra fuera demasiado negra o demasiado rural».
Hay mucho de negro en All the Sinners Bleed, y mucho campo. Este crítico es todo lo blanco que un chico blanco puede ser, pero como alguien que creció en la Norteamérica de los caminos de tierra y las seis iglesias, encontré el detallado trabajo de Cosby fresco y estimulante. Sin recurrir a clichés de la música country, acierta en todo: los Safeways, los Dollar Generals, el bar Watering Hole y «Soapy Suds Car Wash, el tercer negocio más rentable del condado de Charon». La familia de Titus vive en Preach Neck Road, y «eran la única familia, blanca o negra, que tenía una casa con cimientos de verdad».
Cuando Titus sale del pueblo una noche, ve «una zarigüeya extraviada cruzando la línea de la carretera». Es un pequeño detalle, casi desechable, pero como la única casa con cimientos reales, también es perfecto, el tipo de frase que no se puede escribir a menos que se haya estado allí y se haya vivido. Son noticias de una parte de Estados Unidos sobre la que rara vez se escribe, especialmente desde una perspectiva negra.
Es una novela mucho mejor que los primeros libros de Cosby; su confianza como escritor ha aumentado a medida que asciende en la curva de aprendizaje de su oficio. Pero sigue siendo áspera en algunos puntos. Metáforas como «un secreto… que pende sobre su cabeza como una sorda espada de Damocles» a veces chocan. A veces chirrían: «Los recuerdos, cargados como electrones, corrían por la línea telefónica como impulsos nerviosos». A veces, sin embargo, lo clava. «Si enfermas, te arruinas o pierdes a tu único hijo, tu fe saldrá corriendo de la ciudad más rápido que un padre moroso», le dice una mujer a Titus.
Este es un libro lleno de ira cuidadosamente controlada. Uno de los ayudantes de Titus —blanco— pregunta por qué no se ha buscado a los niños negros hallados enterrados en un campo. Titus le dice que probablemente sí los están buscando, pero que no reciben mucha ayuda de la prensa: «El pelo rubio y los ojos azules son noticia». Si ves la CNN o la Fox, sabes que es cierto.
No me entusiasmó el asesino loco cuando por fin apareció, ni la decisión de Cosby de tenerlo merodeando con una máscara de lobo a lo Michael Myers o Jason Voorhees. Pero eso es lo de menos, dada la pureza del condado de Charon y sus conflictivos habitantes que intentan salir adelante. En un momento dado, Titus piensa que «ningún lugar estaba más confundido por su pasado ni más aterrorizado por el futuro que el Sur». Esa es la perspectiva que levanta esta novela, y es acertado que llegue tarde, cuando el caso que Cosby intenta presentar ya ha sido bastante bien expuesto.
Luego está el epílogo, que es un regalo final. Llega en la última página, con el último acto de Titus en el condado de Charon, en relación con una estatua conocida como Ol’ Rebel Joe. Blanco o negro, te tiene que encantar. ⬥
Referencias
King, S. (2 de junio de 2023). «In This Thriller, the Psycho Killers Have a Southern Drawl» en The New York Times.