Introducción escrita por Stephen King para el cómic American Vampire. Traducción de Francisco Calderón Fernández.
Esto es lo que los vampiros no deberían ser: pálidos detectives que beben bloody marys y que solo trabajan de noche; melancólicos caballeros sureños; chicas adolescentes anoréxicas; guaperas de ojos grandes e ingenuos.
¿Qué deberían ser?
Asesinos, cariño. Asesinos inmutables que nunca tienen bastante de esa sabrosa sangre grupo A. Chicas y chicos malos. Cazadores. En otras palabras, la América de medianoche. Rojo, blanco y azul, pero sobre todo rojo. Vampiros a los que ha desplazado el romance ñoño y empalagoso. Por eso me sentí tan excitado cuando Scott Snyder, un escritor al que conocía por su excelente libro de relatos cortos Voodoo Heart, me mencionó en un e-mail que estaba hablando con los tipos de Vertigo sobre hacer una serie de cómic de vampiros. Su punto de vista era único, su entusiasmo, contagioso.
Lo que pretendía hacer con la historia de Skinner Sweet (y sus víctimas) era algo magnífico: ni más ni menos que narrar el desarrollo de América a través de los ojos inmortales de un nuevo tipo de vampiro, uno que podía caminar bajo el sol. Vi el potencial que eso tenía para algunas historias terroríficas, y me gustó la resonancia de todo aquello. Hay un subtexto que nos susurra poderosos mensajes sobre el ilimitado poder de América y su lado oscuro: una avaricia ilimitada por el dinero y el propio poder.
Scott quería una nota publicitaria en la portada del libro.
Le pregunté si, en lugar de eso, podía escribir una historia. De hecho, más que escribirla quería tomar un soplete y grabarla a fuego, como si fuera un gran y terrible tatuaje.
«Terminé escribiendo el origen de Skinner Sweet, y no hubo nadie más feliz que yo con aquello. Si os gusta, no me lo agradezcáis a mí: lo escribí basándome en el argumento detallado que me dio Scott, añadiendo detalles y adornos por aquí y por allá, pero sin alejarme nunca de la línea narrativa. ¿Por qué joder lo genial?».
Si no os gusta, perdonadme al menos el hecho de ser nuevo en esta forma de narración. (Claro que, si no os gusta, ¿qué carajo estáis haciendo aquí?). Llevo toda mi vida leyendo cómics —eché los dientes con Plastic Man y Combat Casey—, pero en los últimos 15 años o así, el medio se ha desarrollado mucho. Le estoy muy agradecido a Mark Doyle, que edita American Vampire. Mark me ayudó mucho al enviarme los guiones de los excelentes cómics Northlanders y Scalped. Aprendí de ellos tanto como pude (y releí todas las historias de Locke and Key escritas por mi hijo Joe Hill), y escuché humildemente cuando me enseñaron algunas de las reglas nuevas (descubrí que los globos de pensamiento ya no estaban de moda).
Fueron Mark y Scott quienes (con gran talento) corrigieron mis guiones cuando contenían errores. Y tengo que hablar del impresionante Rafael Albuquerque, que fue quien trajo a una vida terrible y vibrante nuestras palabras y descripciones. Nunca se lo agradeceré lo bastante. Al ser alguien incapaz de dibujar la «o» con un canuto, estoy en deuda con él. Ver esas viñetas pasar de escuetos bocetos a dibujos detallados ha sido la mayor recompensa que he tenido en mi vida creativa en mucho tiempo. Puedo hacer historias, puedo hacer diálogos, pero la magia del arte de Rafa arroja una nueva dimensión sobre todo ello.
En resumen, se trata de devolverles sus dientes a los chupasangres, esos que los vampiritos dulces y tiernos les robaron hace tiempo. Se trata de volver a hacerlos terroríficos. Gracias, chicos, por dejarme formar parte de esto. Skinner Sweet sí que sabe chupar… y, tío, eso mola de verdad.
Stephen King
Mayo de 2010
Referencias
King, S. (2013). American Vampire. Barcelona, España: ECC Ediciones. Traducción de Francisco Calderón Fernández.