Introducción a «Pesadilla a 20 000 pies»
«Cuando la gente habla de este género, supongo que mi nombre es el primero que se menciona, pero, sin Richard Matheson, yo no estaría aquí»
Introducción escrita por Stephen King y publicada originalmente en enero de 2002 en Nightmare at 20,000 Feet. Traducción de Santiago García.
Decir que Richard Matheson inventó el cuento de horror sería tan ridículo como decir que Elvis Presley inventó el rock and roll. ¿Qué pasa entonces, gritarían los puristas, con Chuck Berry, Little Richard, Stick McGhee, The Robins y docenas de otros artistas? Lo mismo se puede decir del género de horror, que es el equivalente literario del rock and roll, un porrazo rápido en la cabeza que te altera los nervios y hace que se te queden agradablemente doloridos.
Antes de Matheson hubo docenas, que se remontan al autor de la historia de Grendel, y a Mary Shelley, Horace Walpole, y Edgar Allan Poe, y Bram Stoker, y H. P. Lovecraft, y…
Pero, al igual que el rock and roll, o cualquier género que se introduzca a través de las terminaciones nerviosas, el horror debe regenerarse constantemente y renovarse o morir.
A principios de los cincuenta, cuando Weird Tales moría lentamente y Robert Bloch, el escritor de horror más importante del momento, se había pasado a los relatos psicológicos (y al mismo tiempo Fritz Leiber, a quien podemos considerar el igual de Bloch, había caído en un extraño silencio momentáneo) y el género languidecía en calma, llegó Richard Matheson como un rayo de puro ozono.
Él solo se bastó para regenerar un género estancado, rechazando las convenciones de los pulps que ya estaban moribundas e incorporando a sus obras impulsos e imágenes sexuales de la misma manera que Theodore Sturgeon había empezado a hacer en la ciencia ficción, y escribiendo una serie de historias cortas y estruendosas que fueron como fogonazos de una tormenta eléctrica.
¿Qué recuerdo de aquellas historias?
Recuerdo lo que me enseñaron; lo que el regenerador más reciente del rock, Bruce Springsteen, trasmite en una de sus canciones: no te retires nunca, chaval, no des tregua. Cuando pensabas que se tenía que acabar, cuando tus nervios ya no podían seguir soportándolo, entonces era cuando Matheson encendía el turbo y pasaba a la máxima potencia. Nunca aflojaba. Era impecable. Los tonos barrocos de Lovecraft, la ferviente prosa de los pulps y las insinuaciones sexuales habían desaparecido por completo. Ahora te enfrentabas a un impulso tan puro que solo las relecturas revelaban el ingenio, la astucia y el dominio de Matheson.
Cuando la gente habla de este género, supongo que mi nombre es el primero que se menciona, pero, sin Richard Matheson, yo no estaría aquí. Él es mi padre tanto como Bessie Smith fue la madre de Elvis Presley. Llegó cuando le necesitábamos, y estas historias conservan todo su hipnótico atractivo original.
Una advertencia: quedas en manos de un escritor que no pide cuartel y tampoco lo da. Te va a dejar seco… y cuando cierres este volumen te habrá entregado el mayor regalo que puede dar un escritor: querrás más. ⬥
Referencias
King, S. (enero de 2002). «Introduction by Stephen King» en Nightmare at 20,000 Feet.