«It» (1986)
Una de las historias más icónicas y aterradoras de Stephen King. Una gran obra de terror, sobre el terror. Descubre en esta reseña las claves y temas que se tratan en la novela
Hay un mal ancestral instalado en Derry, Maine. En ciclos periódicos de treinta años, aproximadamente, un monstruo despierta para alimentarse de las vidas de niños inocentes. Un grupo de siete preadolescentes marginados, que se hace llamar el Club de los Perdedores, decide plantarle cara al monstruo con el fin de superar sus temores más profundos, materializados en forma de criaturas grotescas y un aterrador payaso llamado Pennywise.
Veintisiete años después, los Perdedores regresan a Derry tras haber hecho una promesa. Eso ha regresado, y esta vez se encargarán de matarlo de una vez por todas. Mientras se preparan para otra peligrosa misión, deberán afrontar los dolorosos recuerdos del pasado, al mismo tiempo que reviven sus peores pesadillas.
Cuenta el autor que las buenas ideas son como un yoyó: puede llegar hasta el final de su cuerda, pero no muere allí; solo duerme. Finalmente, vuelve a rodar hacia tu palma. En 1978, Stephen King vivía con su familia en Boulder, Colorado. Cuando volvían de almorzar desde una pizzería, a su coche (un AMC Matador nuevecito) se le averió la transmisión, dejándolos tirados en medio de la carretera. Al día siguiente, Stephen tuvo que desplazarse a pie hasta el concesionario. De camino hacia allí había un puente de madera extrañamente pintoresco que cruzaba un arroyo. Mientras lo atravesaba, consciente del ruido que producían sus botas de cowboy al contacto con la madera, pensó en el cuento The Three Billy-Goats Gruff y en el trol escondido bajo el puente («¿Quién camina, trip-trap, por mi puente?»). Se olvidó de todo aquello cuando llegó al concesionario para disponerse a firmar todo el papeleo.
El yoyó, que todo ese tiempo permaneció aletargado al final de la cuerda, despertó y regresó a su mano un par de años después. Fue entonces cuando pensó en Bangor, lugar donde había vivido, con su extraño canal dividiendo la ciudad en dos. Se le ocurrió que el puente podría ser un símbolo representado por toda una ciudad. ¿Y qué hay bajo una ciudad? Túneles, alcantarillas. El escondite idóneo para un trol. A su mente llegó el recuerdo de una biblioteca en Stratford, Connecticut, que conectaba la sección para adultos y la de niños por medio de un corredor. Decidió que ese pasillo sería también un puente y pensó de qué manera podría contarse una historia sobre el transcurso de la infancia a la vida adulta. Las ideas flotaban en el interior de su cabeza; pasó el tiempo y en algún momento durante el verano de 1981 sintió que tenía que escribir sobre aquel trol escondido bajo el puente.
Uno ya siente más miedo de lo acostumbrado de solo proponerse leer por vez primera esta novela. Y no solo por su intimidante extensión (es la segunda obra unitaria más larga de Stephen King tras la versión sin cortes de The Stand), sino también por su iconicidad; se trata de una de las novelas más famosas del autor y también es de las favoritas de sus lectores. En palabras del propio King: «No sé qué pasará con mis cosas cuando muera, pero una cosa de la que estoy bastante seguro es que Pennywise estará alrededor. El resto de las cosas pueden desaparecer, pero dentro de 200 años la gente dirá: “Pennywise es realmente aterrador”». A esto me refiero con que es icónica; cuenta con elementos que forman ya parte de nuestra cultura popular. Y eso siempre da algo de respeto; absorbemos parte de esa cultura de masas y adoptamos ideas preconcebidas que pueden elevar nuestras expectativas. Apuesto lo que sea a que si piensas en payasos aterradores se dibuja en tu mente alguno de estos ejemplos: el asesino John Wayne Gacy, el Joker de las historietas de Batman y el payaso Pennywise de It. Es uno de los muchos aciertos de esta novela; juega con imágenes arquetípicas que perduran mucho tiempo después de cerrar el libro. Prueba de ello es que, tras leerlo, muchos no hemos vuelto a mirar las alcantarillas con la misma confianza.
Más que terror
Mientras iba pasando las páginas me daba la impresión de que Stephen King quiso volcar aquí todos los miedos conocidos y por conocer. Rescata, para su regocijo personal, algunos de los monstruos clásicos populares que tanto le gustan (como a mí); ahí aparecen el Hombre-Lobo, Frankenstein y la Momia, que pueblan las pesadillas infantiles y cobran vida a través de Eso. El payaso Pennywise es un monstruo más (quizás el más inquietante de todos), otro disfraz que oculta la verdadera apariencia de Eso. También salpica ocasionalmente las páginas de sangre y guía a los personajes por escenarios lóbregos y sucios como las cloacas y casas abandonadas, lugares comunes en cualquier relato de terror que se precie. Hay cabida para lo más grotesco, pero también para jugar con lo sutil, enfocando el terror desde una perspectiva más psicológica y profunda, haciendo sentir a los personajes los miedos que todos llevamos dentro. Con estos ingredientes, ¿se puede definir It como una historia pura de terror? No te quepa duda, pero eso sería quedarse en la superficie; si rascas encuentras mucho más. La riqueza de esta novela viene de la cantidad de temas en los que ahonda. Sería injusto (y erróneo) decir que es solo una historia de asesinatos de niños perpetrados por un escalofriante payaso. King fue mucho más ambicioso en su planteamiento y escribió su gran novela norteamericana, donde sitúa un ojo observador que escudriña la sociedad de la época, dejándonos ver sus defectos, su cultura y sus costumbres. Se pone de relieve el racismo, la homofobia, la violencia doméstica, el maltrato infantil y el acoso escolar instalado en los hogares de ese pequeño pueblo de Nueva Inglaterra. Basta con leer el relato sobre el incendio en el Black Spot o el trágico destino de Adrian Mellon, al comienzo de la novela, para darse uno cuenta de la maldad y prejuicios que se extienden por ese lugar. Porque, si bien nos asustan los monstruos con garras, ojos amarillentos inyectados en sangre y largos colmillos afilados como cuchillas, existen también otras clases de monstruos: los padres, tus vecinos, tus compañeros de escuela. Eso se ha apoderado de cada rincón de Derry.
«D-D... ¡Derry es Eso! P-podemos ir a c-cualquier pa-parte... c-cuando E-E-Eso nnnos ag-agarre, n-nadie v-v-verá nnnada, na-na-nadie oirá nad-nada, na-nadie se d-d-dará cu-cu-cuenta».
Bill el Tartaja
Pero no todo es terror, agonía y pesadillas. En la novela hay también momentos luminosos que nos permiten relajarnos y tomar algo de aire, momentos en los que participamos en los juegos inocentes de una pandilla de chiquillos de doce años; y también de sus pasatiempos de verano en la pantanosa y solitaria vegetación de Los Barrens. Otro de los grandes temas que subyacen en el texto es precisamente el poder de la amistad y cómo esta traspasa las barreras del tiempo. Este grupo de amigos es, en realidad, algo más. Forjan un vínculo afectivo entre sí tan fuerte que, cuando están juntos, forman un todo más poderoso que la suma de sus partes. Estando unidos se sienten más protegidos ante el peligro que conlleva enfrentarse a Eso. La unión hace la fuerza.
«No hay buenos amigos, no hay malos amigos. Solo hay personas con las que uno quiere estar, necesita estar; gente que ha construido su casa en nuestro corazón».
Eddie Kaspbrak
Los personajes
Se puede disfrutar leyendo al Maestro por muchos motivos, pero es innegable que su fuerte son los personajes y el modo en cómo los perfila y profundiza en ellos. Los niños protagonistas de esta historia son lo que llamaríamos unos marginados sociales. Entre ellos está Bill, el líder del grupo, valiente aunque con dificultades para hablar debido a su tartamudez. Eddie es un niño sobreprotegido por su neurótica madre, la cual le hace creer que padece asma. Ben es un chico gordo con grandes habilidades para construir cosas. El chistoso cuatro ojos del grupo se llama Richie, no hace más que bromear e imitar voces. Stan es judío y le gusta encontrar el orden y la lógica en todas las cosas. También le encanta catalogar pájaros. La única chica de la banda es Beverly, que vive en la zona más pobre de Derry y tiene un padre que la maltrata. Mike es el último en unirse al club. Es el único chico negro del pueblo y se ha ganado la ira de Henry Bowers, el peor de los matones de la escuela. Como puedes ver, el Club de los Perdedores (así se autodenominan), se configura como un alegato en defensa de las minorías, funcionando a modo de subterfugio para todos aquellos que se hayan sentido perseguidos y acosados, que hayan palpado el miedo.
Tendremos ocasión de conocerlos a todos tanto en su versión infantil así como en su etapa adulta; percibimos una evolución y vemos, a lo largo de los años, qué cosas han cambiado y qué otras se mantienen inalteradas. Los rasgos principales y característicos de cada personaje parecen mantenerse; de este modo, sus versiones adultas nos resultan reconocibles. Quizás, se le puede achacar al autor el otorgar una madurez precoz a ciertos personajes que, en ocasiones, piensan y actúan como lo harían los adultos. No resulta un problema grave, es más, parece incluso apropiado teniendo en cuenta que uno de los temas de la novela es el paso a la adultez; en cualquier caso resulta llamativo y no siempre verosímil. It se compone de una trama principal (que narra cómo los niños se enfrentan a Eso y regresan de adultos para acabar con él) y esta, a su vez, se divide en varias tramas secundarias más o menos independientes que aportan otros matices a la obra y nos hacen sentir como un vecino más de Derry. A este respecto, no te preocupes, Stephen King suele divagar y distanciarse en ocasiones de la trama principal, pero lo hace con la intención de enriquecer el contexto. La vasta extensión del libro se debe precisamente al desarrollo de esas historias que dan cuerpo al conjunto y presentan una serie de personajes secundarios con sus propias vidas, recuerdos y miedos.
El pasado y el presente de Derry
Una historia de esta envergadura (que llevó cuatro años escribirla) se convierte en un verdadero reto para cualquier escritor cuando llega el momento de abordar el modo en el que se va a estructurar. Lejos de apostar por un desarrollo cronológico lineal, King decide ir dando saltos aleatorios en el tiempo por medio de recursos narrativos (que utiliza casi de forma abusiva) como la analepsis y la prolepsis. De este modo, pasamos constantemente de los recuerdos de infancia de los protagonistas en 1958 a las vivencias en el presente de 1985. Al mismo tiempo, de los diarios de Mike Hanlon, aprendemos sobre la historia del pueblo en distintas épocas; descubrimos la fundación de Derry y cómo era la vida de sus residentes a comienzos del siglo XX. Este desorden puede parecernos, a priori, un caos narrativo tremendo, pero King se las arregla para que todo quede bien hilado y resulte interesante en su lectura.
«El terror, que no terminaría por otros veintiocho años ―si acaso terminó alguna vez―, comenzó, hasta donde lo sé o puedo decirlo, con un barco hecho de una hoja de diario que flotaba por una alcantarilla hinchada de lluvia».
Estructuralmente, la novela se divide en cinco grandes partes, fragmentadas, a su vez, en distintos capítulos. Al finalizar cada parte se incluyen unos interludios en los que Mike, desde el presente, recorre la historia de Derry, narrándonos los macabros sucesos que ha investigado, respaldados por los testimonios de los más veteranos del pueblo. En última instancia hay un epílogo de Bill Denbrough que pone el broche final a la novela. ⬥
Referencias
LIBROS
King, S. (1992). It (Eso), 9.ª edición. Barcelona, España: Plaza & Janés. Traducción de Edith Zilli.
SITIOS WEB
King, S. Sitio web oficial del autor.