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Maestro de lo macabro. Una conversación con Stephen King (I)

Primera parte de este documental realizado en 1989 en donde se repasa la trayectoria del escritor de Maine

Stephen King se divierte perversamente mientras juguetea con una araña de plástico en el estudio de sonido de una emisora de radio. La posa en la visera de la gorra del locutor y la frota contra el micrófono. Sabemos que los radioyentes están escuchando «One More Summer» de The Rainmakers.


Stephen King: Satisfecho.

Doug Shannon: Siempre te deja satisfecho. Esto es Philly Satellite y Doug Shannon. Stephen King ha venido a acosarme esta mañana.

Stephen King: Es tu araña, Doug. Si la gente de ahí fuera viera esto apagarían sus radios y huirían gritando. Sobre todo si escuchan esto. [Stephen acerca la araña al micrófono] ¿Lo oyes? Así es como suena.


Es hora de volver a casa. Nos sentamos en el asiento del copiloto y acompañamos a Stephen King a su mansión en Bangor, Maine. Mientras conduce, en la radio se vuelve a escuchar el tema «One More Summer». King, mordisqueando una espiga, se atreve con unos coros.


Ahora nos encontramos en el interior del estudio de Stephen King. El autor está sentado frente al teclado dando rienda suelta a su imaginación. Después, nos enseña algunos de los estrambóticos objetos que decoran su escritorio, como una cabeza de serpiente de cascabel y murciélagos encerrados en bolas de cristal.


Stephen King: Stephen King, maestro de lo macabro.

Una serpiente de cascabel. Alguien me lo envió. Vino con el correo. Y los murciélagos vampiros llegaron por correo. De hecho, tengo dos murciélagos vampiros. Este parece que está tratando de salir. No sé si puedes verlo, pero la parte superior está húmeda.

Son el tipo de cosas a las que nunca me he opuesto. La gente te va a llamar lo que te va a llamar. Y no veo ningún sentido en discutir con eso. Solo escribo mis historias.

Entrevistador: ¿Estás influenciado por autores de terror clásicos?

Stephen King: Todos lo estamos en cierta medida. Para mí, el truco fue encontrar una especie de puente entre el tipo de historias de terror gótico que se escribieron en el siglo XVIII y el mundo en el que vivo hoy. El mundo moderno.

Frankenstein nunca fue un libro que me emocionara mucho. Drácula sí. Pero ambos están ambientados en Europa y tienen una sensación de antigüedad. Hay castillos, páramos, y yo no vivo en ese mundo. Vivo en un mundo de ciudades pequeñas, de estadounidenses modernos. Coches, autocines, McDonald’s, Burger King, boleras.

Entrevistador: ¿Burger King?

Stephen King: Burger King. No tiene relación conmigo.

Podría ser posible traer, por ejemplo, un vampiro a Estados Unidos. Y escribí una novela titulada El misterio de Salem’s Lot donde un vampiro europeo llega a una pequeña ciudad de Maine.

Entrevistador: Jerusalem’s Lot.

Stephen King: Jerusalem’s Lot. Y se instala allí y abre una tienda de antigüedades y convierte a esa pequeña ciudad de hosteleros, barberos y policías en vampiros. Y funcionó muy bien.

Aprendí de lo que leía e imité lo que me gustaba. Y poco a poco encontré mi propia voz. Cuando leí a H. P. Lovecraft, todo lo que escribí sonaba como H. P. Lovecraft. Cuando leía a Ray Bradbury, todo salía y sonaba como Ray Bradbury. Nada de lo que escribía sonaba como Stephen King. Pero eso estaba bien porque a los 14, 15 o 16 años, no existes. Todavía no estás ahí. No has llegado. Todavía estás ocupado haciéndote a ti mismo.

Y otra cosa que me pasaba era que la gente decía: «Deberías escribir sobre lo que conoces». Pero lo que yo conocía era aburrido. Crecí en una ciudad pequeña. No teníamos agua corriente. Fui a una escuela de una sola aula con todos los cursos juntos. Y alguien tenía que subir a una casa y traer agua.

Para mí, toda la existencia no era pastoral ni hermosa ni nada. Era simplemente aburrida. Quería estar en el espacio exterior. Quería luchar contra monstruos en los pantanos del Amazonas. Así que esas fueron las cosas sobre las que escribí. Y más tarde encontré una manera de mezclar esos dos intereses. Mi interés por lo extraño y ajeno y por los lugares donde vivía y donde crecí. Y la gente que conocí.


Stephen King se encuentra ensimismado hojeando un viejo álbum de fotos familiares sentado en el jardín trasero de un barrio residencial de Maine.


Entrevistador: ¿Este barrio te recuerda mucho a tu infancia?

Stephen King: Sí, así es. La suciedad, la misma granja al final de la carretera. Todos tienen un perro atado detrás de su casa. Ladridos toda la noche.

Entrevistador: [Señalando una de las fotografías] Ese eres tú.

Stephen King: Este soy yo cuando vendí mi primera historia. Estoy un poco sorprendido por todo el asunto. Sí, ese soy yo. Esta es mi madre y mi hermano, que era dos años mayor. Que es dos años mayor. Ahora vive en New Hampshire y tiene una tienda de electrodomésticos.

Mi madre está muerta. Murió de cáncer en 1973.

Y este soy yo.

Nuestro padre nos abandonó cuando yo tenía dos años. Según mi madre, una noche dijo que iba a por cigarrillos y nunca volvió. Por la forma en que ella lo describió, he tenido mucha suerte. Creí que volvería para pedir algo de dinero, pero nunca lo ha hecho. Y mi opinión es que probablemente esté muerto.

Era un canalla vividor. Él escribía, y envió historias a muchas de las revistas pulp de los años cuarenta y principios de los cincuenta: Argosy, Weird Tales, The Saturday Evening Post, cosas así. Y recibió algunas cartas alentadoras. Pero mi madre decía que nunca tuvo la ambición de dedicarse a ello y abrirse paso.

Entrevistador: Así que se puede decir que tu imaginación viene probablemente de él.

Stephen King: Yo diría que sí. Encontramos cajas con sus cosas. Libros y papeles. Era navegante en la Marina Mercante. Encontramos cajas de libros y papeles en el desván de mi tía. Y para entonces yo había empezado a publicar cuentos raros. Y encontré una caja llena de libros de bolsillo sobre monstruos, demonios y hombres del saco. Así que aparentemente teníamos los mismos intereses.

Entrevistador: ¿Qué significó crecer sin un padre?

Stephen King: Significa que eres un poco más inseguro, creo, de lo que serías en el caso contrario. Solo tienes un padre. Y solía preguntarme qué me pasaría si mi madre muriera siendo yo niño. Me quedaría huérfano. Y no estaba seguro de lo que significaría ser huérfano.

Entrevistador: No cambiaste mucho en todos esos años.

Stephen King: Bueno, creo que aprendí a abrir los ojos ante la cámara. No estoy seguro. Esta fue tomada cuando tenía 11 años. El fotógrafo de la escuela venía con una enorme y vieja cámara con un gran flash en la parte superior. Con una capucha para poder enfocar justo a tus ojos. Y todo el mundo aprendía a mirar a la cámara, y él decía: «Ahora abre bien los ojos». Los abrías y él iba a por el disparador, y entonces tú estabas así [King pone un gracioso gesto con los ojos entornados].

Así que todos nos convertimos en chinitos.

Entrevistador: Pero ya existía en esa época tu fascinación por…

Stephen King: Sí, por lo macabro. De niño, siempre estaba ahí. Me encantaban los cómics de terror. Ahorraba mi paga para ir a ver películas de terror como El escorpión negro o La mujer y el monstruo. Cualquier cosa que tuviera monstruos. Me asustaba, pero al mismo tiempo me emocionaba.

Entrevistador: También ibas al cine. A las pelis de miedo.

Stephen King: Todo lo que podía. Solían tener matinés los sábados. Los sábados por la tarde nos poníamos todos en fila, normalmente con nuestro dinero atado en un pañuelo o algo así, para no perderlo.

Escribí sobre algunas de estas cosas en It. Era divertido. Creo que muchos de nosotros solo tenemos recuerdos borrosos de nuestra infancia porque no nos esforzamos por recordar. Podemos acceder a algunos de los buenos recuerdos y tal vez podamos acceder a algunos de los recuerdos realmente malos, y a las palizas en el patio del colegio o cosas así.

Pero lo que descubrí al escribir It fue que cuanto más pensaba en mi infancia, desde 1953 hasta, digamos, 1959 más recuerdos me venían de estar en la cola con una moneda. Lo malvada que era la señora de la pequeña cabina de cristal, la taquillera. Quería ver tu dinero. Llevaba un lápiz de labios brillante y tenía arrugas por toda la cara. Solíamos llamarla Godzilla.

Y entonces entrábamos en el cine, y todo el mundo convertía sus cajas de palomitas en cornetas. Y aparecían los dibujos animados en el News of the World. Y luego los saltamontes gigantes venían y destruían Chicago y Londres. Eso era genial.

Recuerdo que iba al cine caminando. Era un paseo de unos tres kilómetros, y veía a los niños en su patio delantero y me sentía mal por ellos porque no iban al cine. Porque para mí las películas eran muy importantes.

Y luego volvía a casa y escribía historias basadas en las películas que había visto.


De vuelta a su estudio, Stephen King se halla reescribiendo una de sus novelas.


Stephen King: Normalmente, sobre las 8 o 9 de la mañana, subo aquí, pongo algo de rock and roll en el estéreo y escribo hasta el mediodía. Y muchas veces por la noche, después de que todo el mundo se haya ido a la cama, vuelvo a subir y trabajo en otra cosa que me resulte divertida.

Entrevistador: ¿Cuántas páginas llevas hoy? Muchas.

Stephen King: Bueno, ahora estoy trabajando en la reescritura de algo, un libro titulado The Stand.

Así que intento ceñirme a unas ocho páginas al día. A veces va un poco más rápido que otras veces, y en verano hace calor aquí arriba. Esto solía ser el cobertizo, así que hace mucho calor y me gusta salir de aquí a toda prisa si puedo.

Entrevistador: Pero ocho páginas al día, significa que puedes tener unos cuantos libros al año.

Stephen King: Podría si todas fueran buenas. Pero tengo algo aquí en lo que pasé la mayor parte del otoño e invierno trabajando. Se titula On the Island.

Es una mierda. Lo siento, pero lo es.

Antes de nacer es como si Dios lanzara meteoritos a nuestros cerebros. Y aterrizaran y se incrustaran. Están llenos de algún tipo de aleación. Y tarde o temprano sientes un magnetismo, te sientes atraído en una determinada dirección.

Y para mí, siempre han sido las historias de fantasía.

Me gusta asustar a la gente. Mi idea sobre lo que se supone que debes hacer con el lector es decir: «Tengo algo que contarte. Vamos. Vamos. Es por aquí». ⬥

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La zona muerta
Entrevistas
Entrevistas a Stephen King publicadas en diversos medios.
Autores
Óliver Mayorga