No culpable
El autor de Maine no se avergüenza del éxito y fortuna obtenidos con sus novelas. Lo contaba en 1976 en este artículo para «The New York Times»
Artículo escrito por Stephen King y publicado originalmente en The New York Times el 24 de octubre de 1976. Traducción de Óliver Mayorga.
Fue una de esas extrañas coincidencias que hacen que vivir en el mejor de los mundos posibles sea el juego decididamente raro que es. Al mediodía, el cartero trajo mi número del 19 de septiembre de The Times Book Review, con una columna bajo la lista de los autores más vendidos titulada Money Talk; en ella supe que David Madden, el autor de Bijou, uno de los libros que más admiro en el mundo, ganó alrededor de $ 15 000 en efectivo por su trabajo en ese libro, o alrededor de $ 2500 por cada uno de los seis años que trabajó en él. A las tres, Jane Heller de la New American Library, mi editora de libros de bolsillo, me llamó para decirme que mi novela, El misterio de Salem’s Lot, iba a alcanzar el número uno en la lista de los libros más vendidos de The Times la semana siguiente, la del 26 de septiembre.
Madden trabajó en Bijou durante seis años y ganó $ 15 000. Yo trabajé en El misterio de Salem’s Lot durante unos ocho meses (tres meses a lo primero; tres meses en el segundo borrador; dos meses en el tercer borrador) y puedo ganar casi medio millón de dólares, si sumamos todo. Esto es sin impuestos, en caso de que algún secuestrador en potencia lea The Times.
¿Cómo me hace sentir la diferencia? En una palabra: culpable. Pero en otras dos palabras: no culpable. Los dos sentimientos están perfectamente unidos por la cadera y el hombro como los gemelos siameses, y voy a tratar de separarlos ante tus propios ojos.
Como obra de artesanía sostenida, como evocación del lugar y el tiempo, como síntesis de la trama, humor y estilo, Bijou de Madden supera a El misterio de Salem’s Lot en la línea de meta por varios metros, lo cual es una forma metafórica y menos dolorosa de decir que Bijou es un mejor libro. Por eso me siento culpable.
Lo de no culpable queda menos claro, y pido la indulgencia del tribunal (¿qué tribunal? El que seguirá sentado cuando David Madden y yo estemos mirando las tapas de nuestros ataúdes con nuestras manos marchitas cruzadas sobre el pecho) mientras trato de explicarlo. Tiene algo que ver con la accesibilidad, aunque eso no es todo. El misterio de Salem’s Lot, junto con otros libros que podría nombrar, Buscando al señor Goodbar y Trinidad son dos ejemplos tremendamente contrastados, es un libro extremadamente accesible. Si Lot fuera un poco de agua de la playa de Maine, sería un agua extremadamente cálida, fácil de zambullirse en ella, agradable al tacto durante las siguientes 400 y pico páginas. Bijou es un océano más fresco, y hace que la base de los estantes se combe repentinamente. Para aguantar Bijou, tienes que comprometerte; con El misterio de Salem’s Lot, todo lo que necesitas es un cojín y un par de ojos y ya estás dentro.
Pero también hay un arte en la accesibilidad, aunque puede ser de un tipo más humilde que el del artista que no talla su estaca para encajar en el agujero de la accesibilidad. Los Robbin y las Susann han dado mala fama a los libros de agua caliente, pero Ordinary People es un libro accesible, al igual que La colina de Watership, Dog Soldiers y la trilogía de los anillos de Tolkien. Robertson Davies, que es quizás lo más accesible de Canadá contra lo más difícil de Joyce Carol Oates, llama a esta accesibilidad el «estilo llano». El estilo llano no es llamativo, rara vez se practica en las revistas pequeñas y rara vez se ve representado en la pequeña prensa. Pero al usar el estilo llano siempre te diriges directamente al asunto, y si el asunto es menor, el autor termina siempre recibiendo un tirón de orejas.
La accesibilidad es una parte, pero me gustaría agregar otra cosa a mi declaración de no culpabilidad, porque la accesibilidad no puede ser independiente: la receta para cocinar un asado puede ser accesible, pero eso no hace que esas instrucciones sean literatura. La adenda tampoco tiene nada que ver con el talento, porque el reconocimiento del talento es casi siempre una cuestión de suerte. El talento se puede utilizar plenamente, como en el caso del mejor trabajo de Faulkner; usado a medias, como en el caso de las novelas más recientes de Ross Macdonald, o apenas utilizado, una especie de tic. El talento no tiene nada que ver con el dinero, la escritura o la ira de Dios. Es lo más barato del mundo, con las posibles excepciones de los perros mestizos y la sal de mesa.
El elemento que debe agregarse a la accesibilidad para absolver al autor es la intención honesta de hacerlo lo mejor posible. Pondré un ejemplo del que los más literarios probablemente se burlarán: Harvest Home, de Thomas Tryon. No es un gran libro, ni una gran novela de terror, ni siquiera una gran novela de suspense. Mi propio editor en Doubleday me dijo una vez que sus dedos ansiaban por conseguirlo y eliminar toda la morralla. Supongo que el editor de Tryon en Knopf experimentó una picazón similar en sus propias extremidades y fue rechazado por Tryon. Con razón, tal vez. No importa la lista de los más vendidos. En cambio, ten en cuenta esto: frase por frase, párrafo por párrafo, es un libro verdadero; es un libro honesto en el sentido de que dice exactamente lo que Tryon quería decir. Y si lo que quería decir no era exactamente miltoniano, tiene esto a su favor: en cuarenta años, cuando la mayoría de nosotros estemos bajo tierra, todavía habrá una reedición al año de Harvest Home para las copias de la biblioteca. Y, espero, para El misterio de Salem’s Lot.
A pesar de todas sus enormes ventas, El misterio de Salem’s Lot es un libro humilde. No va a encontrar un hueco en las librerías universitarias. Pero a pesar de todo eso, siento cierto orgullo por el libro. Porque creo que puede sostenerse por sí solo después de dejarlo atrás, como sin duda espero que lo haga.
La intención honesta de hacerlo lo mejor posible, eso debe estar en la base de cualquier carrera de escritor. El objetivo a la vista es no dejar que el dinero te desvíe de eso, o los críticos, o la ira de Dios. La intención honesta no tiene nada que ver con el arte, de una forma u otra; el arte es su propio amo y el talento es simplemente su puta. La intención honesta solo se aplica al lado más humilde de la escritura: el oficio. Te sientas frente a la máquina de escribir y haces lo mejor que puedes. Juegas limpio. Mantienes tus manos limpias. Y luego, si el dinero llega:
No culpable.
Stephen King
24 de octubre, 1976
Referencias
King, S. (24 de octubre de 1976). “Not Guilty: The Guest Word” en The New York Times. Traducido por Óliver Mayorga.