Mentes inquietas
Stephen King analiza los porqués de nuestro interés en los asuntos más escabrosos de las celebridades
Columna escrita por Stephen King y publicada en Entertainment Weekly el 9 de abril de 2004. Traducción de Javier Martos.
Vale, levantad las manos: ¿quiénes de vosotros compráis el National Enquirer o al menos lo hojea mientras espera en la cola del supermercado? Vamos, levantadlas, el tío Stevie puede veros a través de su mágico procesador de textos y sabe si os estáis conteniendo. Además, yo lo hago, y cuando lo compro, lo leo tan pronto como acabo de ayudar a mi mujer a colocar las cosas que hemos traído de la tienda. Si yo puedo confesarlo, vosotros también podéis. Así que levantad las manos. Vosotros también, Lisa y Owen, os estoy viendo.
Eso es, así está mejor.
La cuestión es: ¿qué diablos hace que el Enquirer sea tan adictivo? ¿Cuál es el secreto de su éxito? Pues bien, después de una atenta lectura de los últimos dos números (la mayor parte del tiempo en un pequeño cuarto donde tenemos un rollo de papel colgado en la pared), puedo deciros que no hay un único secreto, sino por lo menos cuatro, y ahora voy a EXPONÉROSLOS al más puro estilo violento y enérgico del Enquirer.
En primer lugar, ¡LOS FAMOSOS SON VUESTROS VECINOS! No siempre son vuestros amigos, ¡pero sí! ¡A los lectores del Enquirer y a los famosos se les llama por su nombre de pila! Nada de ese estúpido distanciamiento cortés, como en Entertainment Weekly, donde a gente como Jack Nicholson o Martha Stewart se les mencionan por su nombre completo una primera vez y a partir de ahí se les llama Nicholson o Stewart. En el Enquirer, Nicholson es Jack (el Chico Fiestero que Envejece) y Stewart es Martha (Blanco Perfecto para las Pandillas de Lesbianas Infernales de la Prisión). Porque conocemos a esas personas. Puede que no todas nos gusten, pero entran en nuestras casas casi todos los días. Hablamos de sus atuendos, de su pelo, de su aumento de peso (o, en algunos casos, pongamos como ejemplo a Calista Flockhart, de su CRISIS DE ANOREXIA), de sus amantes, de sus matrimonios y de sus divorcios. ¿A quién le importa que Calista, Jack, Britney y otras celebridades digan que esas historias no son ciertas? El Enquirer lo cuenta todo en un tono desenfadado, como si fuera un simple cotilleo entre vecinos, lo cual nos hace creer que viven justo al lado. ¿Privacidad? ¿Qué privacidad?
En segundo lugar, ¡LOS FAMOSOS SON TRAVIESOS! Mucha gente alberga la creencia de que las personas que triunfan en el espectáculo tienen una única meta: irse de fiesta hasta echar la última papilla (EL AMOR DUELE: ¡¡UN ESCÁNDALO PUEDE COSTARLE MILLONES A COURTNEY!!) o incluso hasta matarse (¡LA DOSIS MORTAL de River Phoenix!). Y así, el Enquirer nos hace saber los rumores sobre Jack Nicholson y las drogas, Pink haciendo topless en la piscina del Hotel Beverly Hills (¡vaya!) y esa pequeña piruja de Britney intentando robarle el marido a una buena chica (oh, demonios, piruja rima con bruja).
Esto nos lleva al tercer lugar, ¡LOS RICOS SIEMPRE ESTÁN METIDOS EN PROBLEMAS! El único sermón del Enquirer que se repite una y otra vez —¿por qué no, si los lectores no se cansan de ello?— es que el talento lleva a la fama, la fama lleva al éxito, el éxito lleva a las fiestas, y las fiestas atraen LOS PROBLEMAS. Puedes ser rico y famoso, pero aún vives en esta misma calle, cielo. Sabemos lo que estás haciendo. Y si sufres una recaída en el alcohol, corres el riesgo de que no te aceptemos en la próxima reunión de AA. ¿Has rechazado el tratamiento para evitar conductas adictivas? Muy bien, pero esperemos que no tengas un padre famoso (¡EL HIJO DE FARRAH HUYE DE LA REHABILITACIÓN DE DROGAS!). Ah, y será mejor que practiques sexo seguro, o… ¡A JFK JR. LE ENCANTAN LOS NIÑOS! ¿Hace falta que os diga más, compañeros?
Y por último —la muerte es definitiva, ¿verdad?—, ¡LOS FAMOSOS MUEREN EN PÚBLICO! En los viejos tiempos, el Enquirer era conocido por mostrar fotos de fallecidos: nadie que las haya visto podría olvidarse de las fotos de Lee Harvey Oswald mientras lo llevaban a la morgue en una camilla o a Elvis en su ataúd, pero incluso ahora que tienen una línea más amable y respetuosa con las celebridades, la revista aún sigue interesada en cuál de nuestros vecinos está preparándose para partir. ¿Quién puede olvidarse del DRAMA EN EL LECHO DE MUERTE DE LA LEYENDA DEL SOUL BARRY WHITE? De hecho, ¿quién puede olvidarse de la cobertura que dio el Enquirer sobre los últimos meses de cáncer de pulmón de Steve McQueen, o las fotografías de un esquelético Dean Martin, mientras lo ayudaban a salir de su coche, con una cadena de oro al cuello y con aspecto de haber muerto en una explosión? ¡Qué conmovedor!
Por supuesto, hay muchas otras características positivas en el Enquirer. Podéis saber cómo disfrutar de unas fabulosas vacaciones sin tener que gastaros una fortuna, leer las críticas de los lanzamientos en DVD, y tal vez pasar un buen rato haciendo el famoso Crucigrama a Color del Enquirer (la casilla 53 vertical del número del 29 de marzo es «Cantante Midler», y creo que la respuesta puede ser BETTE). Pero la materia prima nunca ha cambiado: ¿quién se droga? ¿Quién es infiel? ¿Quién ha engordado? ¿Quién tiene problemas con la ley? ¿Quién está preparado para vivir en un hotel de manera permanente? Lo que Don Heley llamó una vez trapos de lavandería. Y aun así, todo eso tiene su punto, ¿verdad? Algo que sencillamente nos atrae. No queremos leer que Roy Horn, meses después de haber sido mutilado y casi asesinado por uno de sus tigres, está profundamente deprimido y que no puede ir al baño sin ayuda. Una parte de nosotros entiende que no tenemos ninguna necesidad de saber eso (debería ser algo privado), pero, sin embargo, otra parte de nosotros quiere esa información inútil de todos modos. ¿Por qué? ¿Por ser inútil? ¿Por ser doloroso? ¿Por hacernos sentir mejor con nosotros mismos? ¿O porque queremos pensar que todo eso es lo que les ocurre a los famosos y la mayoría de nosotros estamos mucho mejor en el lugar donde estamos?
Ey, quizá sea la naturaleza humana. Curiosidad humana. Solo queremos carne fresca.
Quizá los lectores tengan alguna idea.
Las mentes inquietas quieren saber. ⬥
Referencias
King, S. (9 de abril de 2004). «Enquiring Minds…» en Entertainment Weekly.