Un reino que no fue
Stephen King habla sobre el fracaso de «Hospital Kingdom»
Columna escrita por Stephen King y publicada en Entertainment Weekly el 9 de julio de 2004. Traducción de Javier Martos.
A medida que pasaba el mes de abril de este año y yo recibía más y más DVD de Hospital Kingdom etiquetados como «versión para consumo doméstico», me quedaron claras dos cosas. La primera fue que los episodios eran cada vez mejores. La segunda —y tras la declaración de impuestos ya no pudimos negarlo— fue que nos estábamos yendo al garete. Me pasé el mes atiborrándome de antiácidos, y a menudo me encontraba dándole vueltas a la Primera Regla del Negocio del Espectáculo del magnífico guionista William Goldman: «Nadie sabe nada».
Hospital Kingdom debería haber funcionado. Se basaba en una miniserie danesa divertida y a la vez aterradora. Teníamos un gran elenco, incluidos dos nominados a los premios de la Academia (Bruce Davison y Diane Ladd). Teníamos una cadena (ABC) que nos apoya incondicionalmente, porque ya habíamos tenido otros éxitos anteriores y porque la cadena estaba desesperada por tener otro. Tenía una relación cercana y bien ensamblada con mi compañero de guion, Richard Dooling, que sabe muchísimo de medicina y cuyo macabro sentido del humor está en perfecta armonía con el mío. Si le añadimos a todo esto un productor que ha trabajado conmigo durante diez años, un director que heroicamente filmó las quince horas de metraje (con el mismo equipo con el que trabaja en todas partes) para darle a la serie un aire de perfección y de haber sido realizada por una misma mano… por Dios, ¿por qué no iba a sentirme confiado?
Los ejecutivos de la ABC se sentían igual. No todo lo que he escrito para ellos ha funcionado bien —solo Dios tiene ese poder—, pero algunas de nuestras colaboraciones, como Apocalipsis o La tormenta del siglo, tuvieron éxito tanto de público como de crítica. La cadena no ocultaba su deseo de triunfar con una serie dramática en medio de tantos programas de telerrealidad. Además, la ABC tenía algo que, para mi alivio, no lo había tenido antes: un guion terminado. Esto facilitaba el presupuesto y la organización, y era más cómodo para el reparto (los actores prefieren conocer el desarrollo completo de sus personajes). Y para la ABC le resultaba más fácil (al menos en teoría) evaluar las posibilidades de éxito de Hospital. Lo que creía la cadena —lo que creían el productor ejecutivo Mark Carliner y el director Craig Baxley, y lo que mi coguionista, Rick Dooling, y yo creíamos— era que HK iba a ser un éxito sin parangón. A finales de marzo, Rick y yo entregamos un guion del tamaño de una biblia para una segunda temporada, el cual la cadena del alfabeto compró, pagó y recibió con entusiasmo.
Naturalmente, la mayoría de los ejecutivos que compraron esta biblia —y el guion original de Hospital Kingdom— se habían marchado en mayo, resultado de una reorganización de la cadena que aún no ha finalizado. HK fue «puesta en pausa» (una buena forma de decir «Sacad de aquí este pez muerto hasta que se pase el olor»). No obstante, la pausa terminó. Aquellos de vosotros que queráis ver cómo termina la historia —su final es espléndido, en mi opinión—, podréis ver los últimos cuatro episodios a partir del próximo 24 de junio, fecha en la que se emitirá el capítulo «La pasión del reverendo Jimmy».
Entonces, ¿quién es el responsable de este fracaso? ¿La cadena? Esa sería la respuesta sencilla —ABC está pasando por una época difícil—, pero eso no cuela. La ABC promocionó bien la serie, y el primer episodio tuvo un buen nivel de audiencia, alcanzando incluso el top 20 de Nielsen. Después de este primer capítulo, mirar las ratios era como mirar un hombre que se dirige hacia el abismo. Bajamos del 5,5 hasta el 3,7, luego hasta el 2,3 y finalmente sucumbimos al 1,0, que es básicamente la ratio equivalente a la muerte definitiva.
¿Fue culpa del guion? Bueno, todos pensábamos que la idea de unos fantasmas en un hospital moderno era fenomenal, y el público europeo había flipado con la versión de Lars von Trier. Puede que la audiencia estadounidense no se haya sentido cómoda con la mezcla del ritmo vertiginoso de un hospital real y los sucesos paranormales en el viejo Kingdom, los cuales, como los seguidores leales ya saben, es la mitad oscura de Hospital Kingdom.
Mi esposa —que esbozó la historia en la que se basa «La pasión del reverendo Jimmy»— quizá sea la que se ha acercado más al problema real después de haber visionado el primer capítulo. Se quedó callada cuando acabó de verlo, así que le pregunté, algo preocupado, si no le había gustado. Ella me respondió que sí le había gustado, pero añadió que había notado «mucho trabajo pesado» en el capítulo.
Entendía lo que quería decir, y ahí fue cuando empezaron a surgirme las primeras sensaciones de inquietud. Efectivamente, hay mucho trabajo pesado en este primer episodio, y en los dos siguientes también. Creo que, además, hay mucha diversión, pero Hospital Kingdom tiene realmente alma de novela, y no la de una serie de televisión como CSI o Ley y orden. La mayoría de las novelas ofrecen a los lectores un trato: si me dedicas un poco de tiempo y esfuerzo, te lo compensaré el doble… o el triple… o, en el mejor de los casos, tal vez multiplicado por diez. Con HK, ahora me doy cuenta, le pedíamos a los espectadores que nos dieran de margen un par de semanas, quizá tres, y eso era mucho más tiempo del que nosotros estábamos dispuestos a compensar.
¿Estoy echándoles la culpa a los espectadores, tachándolos de estúpidos? No. Uno llega a casa cansado y quiere algo divertido y familiar. Eso está bien. Aunque eso tampoco impide ponerse a ver algo nuevo, por supuesto, solo hay que ver el éxito de 24. Lo único que digo es que la apatía es un obstáculo demasiado firme para estrellarte contra él, y Hospital Kingdom no estaba preparada para eso. En cualquier caso, estos cuatro últimos episodios están bien. Para mí son como un premio gordo en Las Vegas. Solo habría deseado tener un mayor público para cobrarlo. ⬥
Referencias
King, S. (9 de julio de 2004). «A Kingdom That Didn’t Come» en Entertainment Weekly.