Cállate y toca la guitarra
Stephen King opina sobre los músicos que expresan sus convicciones políticas
Columna escrita por Stephen King y publicada en Entertainment Weekly el 10 de octubre de 2004. Traducción de Javier Martos.
«Como ya sabéis —dijo Natalie Maines, cantante de los Dixie Chicks, al público de un concierto en marzo de 2003—, nos avergüenza que el presidente de los Estados Unidos sea de Texas». La reacción fue inmediata. Algunos seguidores pidieron el boicot para el grupo, y no pocas emisoras de radio de música country se mostraron de acuerdo con esa medida. Menos tiempo en antena para los Dixie Chicks provocó algo más que el sincero gorjeo —similar al chillido de una cabra— de Toby Keith. Los furiosos fans, algunos con camisetas que rezaban «Mandad a los Dixie Chicks a Irak», quemaban sus discos en episodios que rememoraban a la masiva quema de discos después de que John Lennon declarara que los Beatles eran más populares que Jesús. (Y ninguno de estos dos casos fue muy distinto a la quema nazi de libros de los años treinta).
Ahora, dieciocho meses más tarde, los Dixie Chicks están promoviendo la reunión de un impresionante arsenal de artistas del mundo de la música, encabezados por el magistral Bruce Springsteen, en lo que se ha venido llamando el tour «Voto para el cambio» (el cual carece de la fuerza de, digamos, el tour «El Salón del Vudú»). El plan es ambicioso: seis combinaciones diferentes —lideradas por Pearl Jam, la Dave Matthew’s Band, Jackson Browne, John Mellencamp, Springsteen y los Chicks— que atravesarán los doce «estados del swing» durante un lapso de dos semanas antes de las elecciones.
Mientras Estados Unidos tiende cada vez más hacia la cultura del ocio —como lo demuestra el potente éxito de esta revista, por ejemplo—, los presentadores de noticias han llegado a ser más cuidadosos que los actores, escritores y roqueros que desean involucrarse en el proceso político. Estos especialistas que nos hablan durante la cena (a diferencia de aquellos que solo cantan su opinión) a menudo menosprecian a los artistas calificándolos de entusiastas que solo intervienen en política cada cuatro años, mientras que al mismo tiempo ignoran a tipos como Ronald Reagan y Arnold Schwarzenegger, quienes han aprovechado la fama y una personalidad afable y relajada con las cámaras para alcanzar altos cargos públicos.
A raíz de la polémica entrevista que Bill O’Reilly había concedido al periodista Anthony DeCurtis en la Rolling Stone, le pregunté a Jon Landau, el longevo representante de Bruce Springsteen, cuánta prensa negativa al estilo de «Cállate y toca la guitarra» había generado el tour «Voto para el cambio». «Lo intentamos [entrevistarlo] —dijo O’Reilly de Springsteen—, pero no pudimos pasar de la puerta de su mansión en Beverly Hills. Son muy tozudos». Ya sabéis, como si pudiera colarse en casa de Arnold como si tal cosa.
Landau admitió que todos los artistas que apoyan a una determinada causa política sufren este tipo de crítica. Él lo llama el síndrome de tú-a-lo-tuyo. Durante la publicidad inicial de los conciertos en los estados del swing, Springsteen apareció en el programa Nightline de la ABC, y Ted Koppel le preguntó abruptamente: «¿Quién demonios se cree Bruce Springsteen para decirle a la gente lo que tiene que votar?».
La respuesta de Springsteen: «Es una cuestión interesante que, por alguna razón, parece que solo se le pregunta a músicos y artistas. Las grandes corporaciones… influyen en el Gobierno (a su manera). Los sindicatos también lo hacen. Los artistas escribimos y cantamos, pero también pensamos, y por eso somos capaces de poder dar nuestra humilde opinión».
Lo que probablemente preocupa a ese buen número de personas que se postulan para su reelección (que tengan el suficiente raciocinio para llegar a asustarse de verdad es otra cuestión, creo yo) es que la humilde opinión de estos cantantes a veces se convierte en una opinión mayoritaria en términos sociales, económicos y políticos. Cuando Woody Guthrie compuso «Union Maid» a partir de “Red Wing”, proporcionó al movimiento laborista su último gran himno durante la Depresión. El oscuro canto espiritual negro «No más subastas para nosotros» se convirtió en «Algún día venceremos» en 1900, y, más tarde, «Venceremos» sería el lema del movimiento por los derechos civiles de los años sesenta. Al mismo tiempo, la canción protesta de Phil Ochs «I Ain’t Marching Anymore» terminó siendo el lema del movimiento antiguerra… incluso sin emisoras de radio que la emitieran.
«Hasta cierto punto podemos salir ahí a predicar como un coro», añadió Landau cuando le pregunté qué esperaban lograr esos artistas. «Yo creo que Bruce, John [Fogerty], Jackson [Browne] y el resto quieren inspirar a la gente y hacerlos sentir libres, que es lo que hacen los músicos que son buenos de verdad. No va a haber ningún discurso largo ni nada por el estilo. No se va a presionar a nadie. —Entonces hace una pausa y añade con énfasis pero con aparente tranquilidad—: Solo será un espectáculo de rock».
¿Y el dinero? ¿Adónde va?
A grupos de defensa liberal como America Coming Together. Y los artistas involucrados, desde Babyface hasta James Taylor, tienen algo muy claro: quieren que Dubya se vaya y, al igual que la mayoría de tertulianos políticos que los tachan como políticos a tiempo parcial, estos artistas ven a esos doce estados indecisos como un punto clave para hacerlo realidad.
La pregunta es, por supuesto, si esta serie de giras sin precedentes, que culminará el 11 de octubre en Washington D. C. con un monstruoso show en el que participarán trece de los veintitrés artistas, tendrá efecto o no. Creo que no cabe duda. Y también creo que los políticos, con George W. Bush a la cabeza, están en el lado equivocado de este ataque de guitarra, y pueden tener motivos más que suficientes para preocuparse. La música es poderosa. La música puede cambiar un corazón. Y los corazones pueden cambiar de opinión. ⬥
Referencias
King, S. (10 de octubre de 2004). «Shut Up 'n Play Yer Guitar» en Entertainment Weekly.