Prólogo del libro «Shudder's Creepshow: From Script to Scream»
Stephen King rememora los días en que, junto con George A. Romero, ideó la antología de historias de terror «Creepshow»
Prólogo escrito por Stephen King y publicado originalmente en el libro Shudder’s Creepshow: From Script to Scream en octubre de 2022. Traducción de Diego Munguia.
George A. Romero me dio mi gran oportunidad en el mundo del espectáculo.
En 1979 —quizá en 1980— me preguntó si quería interpretar a un patán en Knightriders, y le dije que sí. Podéis buscarme en IMDb, donde aparezco como «Hoagie Man» [el hombre del bocadillo] (mi mujer, en su única aparición en pantalla, aparece como «Hoagie Man’s Wife» [la esposa del hombre del bocadillo]). Así empezó mi carrera interpretando a una serie de paletos estúpidos como un granjero llamado Jordy Verrill, un conserje llamado Johnny B. Goode y un camionero sin nombre con la boca llena de chicle. Huelga decir que ninguno de estos papeles fue merecedor de un Oscar.
Durante una pausa en el rodaje, George me preguntó si me interesaría volver a trabajar con él, no como actor (para lo que tengo poco talento), sino como guionista (para lo que tengo un poco más). Como nunca había escrito un guion, me sentí halagado y entusiasmado por la posibilidad de trabajar con un director tan joven (entonces tenía cuarenta años) y con tanto talento. Le pregunté qué tenía en mente. George se encogió de hombros y respondió: «¿Qué tienes tú en mente?».
Después de varias tomas más comiendo bocadillos mientras yo me esforzaba por decir bien mis pocas líneas, sugerí algo que llamé «las partes buenas». Sería, dije, como pequeños gags cómicos, pero más terroríficos que divertidos. Tal vez incluso ambas cosas, porque siempre he creído que el humor y el horror son gemelos fraternos. Por ejemplo, la vieja broma del pastel en la cara. Es gracioso cuando es crema batida, pero es horrible si la crema batida está rellena de parásitos carnívoros con rostros humanos.
Ese no fue el ejemplo que utilicé con George aquel día. Lo que sugerí fue lo siguiente: una vieja repugnante muere el día de su cumpleaños y vuelve de la tumba a por su tarta. Simple. Directo al grano, un buen susto.
George dijo que le recordaba a los cómics de terror de EC que habían sido censurados en los años 50, y se preguntó si podríamos adaptar «las partes buenas» como una película antológica que utilizara uno de esos viejos cómics sangrientos como marco. No me entusiasmó de inmediato. Señalé que ya se habían hecho muchas películas de terror de ese estilo—Asylum y la extraordinaria Dead of Night son solo un par de ejemplos— y que ninguna de ellas había sido lo que se dice un éxito de taquilla.
George me rodeó con el brazo y dijo: «Steve, eso es porque no las hemos hecho nosotros».
Tuve que reírme. George tenía una manera maravillosa de hacerte sentir que formabas parte del club: su club. Nunca había trabajado en un proyecto en el que tantos miembros del equipo (en realidad, todos) formaran parte del club de fans del director.
«Todo lo que necesitamos es un título que venda el proyecto. No podemos usar The Vault of Horror o Tales from the Crypt, que ya están registrados».
Ni siquiera tuve que pensarlo. Creepshow, dije.
George sonrió. «Precioso. Ahora escríbelo».
Lo hice, en dos semanas. George volvió con una sugerencia para una historia que lo envolviera todo, con «algo de esos anuncios raros que había en esos cómics». Se me ocurrió una historia sobre un niño —que acabó siendo interpretado por mi hijo, Joe Hill— que clava alfileres en un muñeco de vudú para vengarse de su malhumorado padre.
A partir de ahí, todo fue de George A. Romero. Utilizaba maravillosamente el recurso del encuadre y añadía un riff en el que cada historia terminaba con un fotograma congelado que se transformaba en una imagen de cómic. Cada plano de la película parecía una viñeta de cómic, con cambios globales de iluminación de natural a verde o rojo. Conseguirlo fue un verdadero infierno, pero lo hizo.
El público respondió. La película recaudó 21 millones de dólares, lo que equivaldría a más de 60 millones en 2022. El guion (junto con La tormenta del siglo) sigue siendo uno de mis favoritos, y nada ha superado a la perfecta y casi shakesperiana lectura de mis líneas por parte de E. G. Marshall. («Aunque [los bichos] no tienen cerebro, hay que vigilarlos. Porque se te acercan sigilosamente»).
No era Shakespeare, pero el público disfrutó lo suficiente de la enloquecida mezcla de sustos y carcajadas como para engendrar dos secuelas y la actual serie de televisión, que por fin puso nombre al anfitrión de las temibles festividades. Llamar a ese ente The Creep tiene mucho sentido; ojalá se me hubiera ocurrido a mí.
La serie de Shudder ha triunfado como no lo han hecho otras series antológicas, posiblemente en parte por sus brillantes colores y en parte por su encanto bobalicón y asqueroso. Producidas y a menudo escritas por Greg Nicotero, que entiende el género y le encanta, las historias pueden ir en cualquier dirección. En una de ellas, un ermitaño gruñón derrama cerveza sobre un dedo amputado que se transforma en un extraño lagarto al que llama Bob. En otra, un universitario sin dinero encuentra a un hombre en una maleta que produce monedas de oro cuando se le tortura.
Todas ellas se ciñen estrechamente a los cómics de terror de los años 50, y los equipos de producción de las tres películas y la serie de televisión —especialmente la serie— han aprovechado al máximo el poco dinero disponible. De hecho, el aspecto de bajo presupuesto parece ser tanto un emblema de orgullo como parte de la diversión. También me divierte pensar que lo que George y yo ideamos en el plató de Knightriders entre toma y toma sigue vivo y asustando a la gente.
STEPHEN KING
Maine, 2022
Referencias
King, S. (octubre de 2022). «Foreword» en Shudder’s Creepshow: From Script to Scream. Titan Books.
Que buena historia, gracias.
Muy buen artículo. Gracias por el aporte!