Stephen King: «Mis libros se usan para entrenar a la inteligencia artificial»
El autor responde a la revelación de que sus escritos se están utilizando para entrenar a la inteligencia artificial
Artículo escrito por Stephen King y publicado originalmente en el sitio web de The Atlantic en agosto de 2023. Traducción de Óliver Mayorga.
Coches que se conducen solos. Aspiradoras en forma de platillo que se desplazan de un lado a otro (y solo de vez en cuando se atascan en las esquinas). Teléfonos que te dicen dónde estás y cómo llegar a un lugar. Vivimos con todas estas cosas y, en algunos casos —el smartphone es el mejor ejemplo—, no podemos vivir sin ellas, o eso nos decimos a nosotros mismos. Pero ¿puede una máquina que lee aprender a escribir?
He dicho en una de mis pocas incursiones en la no ficción (Mientras escribo) que no puedes aprender a escribir a menos que seas lector, y a menos que leas mucho. Al parecer, los programadores de inteligencia artificial se han tomado muy a pecho este consejo. Como la capacidad de memoria de los ordenadores es tan grande —todo lo que he escrito podría caber en una memoria USB, un hecho que nunca deja de asombrarme—, estos programadores pueden volcar miles de libros en batidoras digitales de última generación. Incluidos, al parecer, los míos. La verdadera cuestión es si, al volver a verterlos, se obtiene una suma mayor que las partes.
De momento, la respuesta es no. Los poemas de inteligencia artificial al estilo de William Blake o William Carlos Williams (he visto ambos) se parecen mucho a los billetes que usan en las películas: buenos a primera vista, no tan buenos cuando se miran de cerca. Escribí una escena en un libro de próxima aparición que puede ilustrar este punto. Un personaje se acerca sigilosamente a otro y le dispara en la nuca con un pequeño revólver. Cuando el tirador da la vuelta al muerto, ve un pequeño bulto en la frente del hombre. La bala no salió del todo. Cuando me senté aquel día, sabía que se iba a producir el asesinato, y sabía que iba a ser un asesinato con arma de fuego. No sabía nada de ese bulto, que se convierte en una imagen que persigue al tirador en el futuro. Ese fue un momento creativo genuino, uno que surgió de estar en la historia y ver lo que el asesino estaba viendo. Fue una sorpresa total.
¿Podría una máquina crear ese bulto? Yo diría que no, pero debo —a regañadientes— añadir este matiz: todavía no. La creatividad no puede darse sin la sensibilidad, y ahora hay argumentos a favor de que algunas inteligencias artificiales son realmente sensibles. Si eso es cierto ahora o en el futuro, entonces la creatividad podría ser posible. Veo esta posibilidad con una fascinación terrible. ¿Prohibiría yo que enseñaran (si es que el término es correcto) mis historias a los ordenadores? Ni aunque pudiera. Sería como el rey Canuto, prohibiendo que suba la marea. O un ludita intentando detener el progreso industrial destrozando a martillazos un telar de vapor.
¿Me pone nervioso? ¿Siento que se invade mi territorio? Todavía no, probablemente porque he alcanzado una edad bastante avanzada. Pero diré que este tema siempre me hace pensar en esa novela tan clarividente que es Colossus, de D. F. Jones. En ella, el ordenador que controla el mundo se vuelve sensible y le dice a su creador, Forbin, que con el tiempo la humanidad llegará a amarlo y respetarlo. (Como, supongo, muchos de nosotros queremos y respetamos a nuestros teléfonos). Forbin grita: «¡Nunca!». Pero el narrador tiene la última palabra, y una sola palabra es todo lo que necesita:
«¿Nunca?». ⬥
Referencias
King, S. (23 de agosto). «Stephen King: My Books Were Used to Train AI» en The Atlantic.