La distopía de Celeste Ng es incómodamente próxima a la realidad
«Our Missing Hearts» explora un mundo ficticio donde los chinoestadounidenses son despreciados y los libros se reciclan en papel higiénico
Reseña escrita por Stephen King de la novela Our Missing Hearts, de Celeste Ng, y publicada el 22 de septiembre de 2022 en The New York Times. Traducción de Óliver Mayorga.
La definición de «distopía» en el Oxford English Dictionary es escueta y directa: «Un lugar imaginario en el que todo es tan malo como sea posible».
La literatura está llena de ejemplos. En La máquina del tiempo, los morlocks alimentan y visten a los eloi, y luego se los comen. El cuento de la criada trata de la violación autorizada por el Estado. Los bomberos de Fahrenheit 451 incineran libros en lugar de salvarlos. En la infame habitación 101 de 1984, Winston Smith se derrumba cuando se le coloca una jaula llena de ratas sobre su cabeza. En Our Missing Hearts, la Norteamérica distópica de Celeste Ng es más suave, lo que la hace más creíble y, por tanto, más perturbadora.
Noah Gardner, conocido como Bird, es un chinoestadounidense de 12 años que vive con su padre en Cambridge, Massachusetts. Su madre es una fugitiva, a la fuga por haber escrito un poema supuestamente subversivo titulado Todos nuestros corazones perdidos. Estados Unidos vive bajo el PACT (Ley de Preservación de la Cultura y las Tradiciones Norteamericanas, en español), que se convirtió en ley durante un periodo confuso y económicamente desastroso conocido como la Crisis. (Se nos dan más detalles sobre esta Crisis de los que realmente necesitamos).
Antes de la Crisis, el padre de Bird era lingüista. Ahora trabaja en una biblioteca, colocando libros en las estanterías. En la versión de Ng de la pesadilla norteamericana, no hay necesidad de quemar libros. «Los reciclamos», le dice a Bird una bibliotecaria muy servicial. (Bird no le dice que se está imaginando hogueras de libros, pero ella lo intuye). «Mucho más civilizado, ¿no? Se machacan, se reciclan en papel higiénico. Esos libros limpiaron el trasero de alguien hace mucho tiempo».
Menos llamativo que los bomberos quemando libros, pero más creíble. Las estanterías vacías que Bird ve en la biblioteca de su padre lo dicen todo.
En el marco del PACT, los hijos de padres considerados cultural o políticamente subversivos son «recolocados» en familias de acogida. Cuando Bird recibe una pista sobre el paradero de su madre, va en su busca, y gran parte de la novela de Ng, firmemente escrita y bien ejecutada, trata de sus aventuras en el camino. En ese sentido, el libro es un cuento clásico del viaje del héroe, un héroe lo suficientemente joven como para hacer el viaje desde la inocencia a la experiencia con sorprendentemente poca amargura dirigida hacia la madre que lo ha abandonado. Me parece que el hecho de que su madre, Margaret Miu, no tuviera elección, no significaría nada para la mayoría de los niños; ser abandonado es ser abandonado.
Ya hemos oído antes esta historia del Gobierno como chivo expiatorio, que aumenta su poder en lugar de restarlo. Hitler culpó a los judíos del malestar económico de Alemania. Trump nos dijo que temiéramos las caravanas de migrantes llenas de «bad hombres» (hombres malos). Aquí se responsabiliza a los asiáticos en general y a los chinoestadounidenses en particular de todo lo que ha ido mal: se culpa a los que no se parecen a la Norteamérica blanca. En el barrio chino de Nueva York se han censurado los nombres de las calles: «Alguien —todo el mundo— ha intentado hacer desaparecer a los chinos». Pines de la bandera decoran todas las solapas.
Como la narración de Ng es tan tranquila —casi serena—, las ocasionales explosiones de violencia son auténticamente espeluznantes, como cuando Bird observa cómo un hombre golpea a una mujer china, la tira al suelo y luego la patea repetidamente. No hay ninguna razón, excepto su otredad… y quizás el hecho de que parece tener una buena posición económica. Luego mata a su perrito, rompiéndole la espalda «de la misma manera que podría aplastar una lata de refresco, o una cucaracha».
En otro nivel, Our Missing Hearts es una meditación sobre el poder a veces accidental de las palabras. ¿Por qué las estanterías de la biblioteca del Sr. Gardner están tan vacías? Porque los alumnos no deben tener acceso a libros que «podrían exponerlos a ideas peligrosas». Esto no es una ficción distópica, sino un hecho real, como han demostrado las rencorosas reuniones sobre el currículo escolar y las protestas en todo Estados Unidos. La Ley de Derechos de los Padres de Florida, firmada por el gobernador DeSantis en marzo de este año, es básicamente un pase libre para la censura de textos.
Cuando una niña negra es asesinada a tiros en una manifestación contra el PACT, la expresión «Nuestros corazones perdidos» —que figuraba en el cartel que llevaba; había leído el poema de Margaret— se convierte en un grito de guerra. La madre de Bird no tenía intención de alcanzar la fama o la infamia por esa frase; era de un poema sobre —de todas las cosas— las granadas. Rodney King («¿No podemos llevarnos todos bien?») y George Floyd («No puedo respirar») tampoco lo hicieron intencionadamente. La frase de King era una súplica improvisada de paz y Floyd solo quería quitarse al policía de encima antes de morir. Sin embargo, estas líneas resuenan. Los Gobiernos tienen razón al temer las palabras. Pueden cambiar los corazones y derrocar tiranías. Por la misma razón, pueden incrementar los estrangulamientos de algunos tiranos: caza de brujas, bulos, nada más que añadir.
No desvelaré la espléndida conclusión del libro de Ng; baste decir que el clímax trata del poder de las palabras, del poder de las historias y de la persistencia de la memoria. Es imposible no conmoverse por el valor de Margaret Miu, o aplaudir su astucia. ¿Es su última palabra al mundo una especie de propaganda? Sí, pero a veces hay que combatir el fuego con fuego.
Hay lapsos peculiares que hay que señalar. El covid-19 no existe en Our Missing Hearts, aunque no cabe duda de que la pandemia ha dado lugar a oscuras conspiraciones que tienen que ver con China, donde el covid apareció por primera vez. Donald Trump y otros se alegraron de llamarla «gripe china». Ng también ignora las redes sociales —hay una única mención de refilón cerca del final del libro—, aunque pocas innovaciones en la historia de la humanidad han hecho más por concentrar y amplificar los tropos racistas. De hecho, las redes sociales animan a un gran número de personas a apartarse deliberadamente de la verdad.
Ng tiene éxito a pesar de estos puntos débiles ocasionales, en parte porque su indignación está contenida y enfocada, y sobre todo porque a menudo está cautivada por las propias palabras que está utilizando. El viejo hábito del padre de Bird, se nos dice, es «desmontar las palabras como si fueran viejos relojes para mostrar los engranajes que aún funcionan en su interior». Los engranajes de esta historia, en su mayor parte, encajan muy bien. Y Bird es un personaje valiente y creíble, que nos ofrece un portal reconocible a un mundo que cada día se parece más al nuestro. ⬥
Referencias
King, S. (22 de septiembre de 2022). «Celeste Ng’s Dystopia Is Uncomfortably Close to Reality» en The New York Times.