La pasión de Alicia
Stephen King fue testigo del fenómeno causado por el film sobre Jesucristo dirigido por Mel Gibson
Columna escrita por Stephen King y publicada en Entertainment Weekly el 19 de marzo de 2004. Traducción de Javier Martos.
Escribo aquí sobre cultura popular, pero no tenía mucha más intención de hablar de La pasión de Cristo que de la teta de Janet Jackson en la Super Bowl. Me lleva semanas en vez de días poner mis pensamientos por escrito, lo que implica que, para cuando tengáis este número de EW en vuestras manos, todos los bustos parlantes (y escribientes) de Estados Unidos habrán dado su opinión sobre la película y Su Significado. Por eso mi idea era escribir algo un poco más fresco. Gracias, muchas gracias.
Pero eso fue antes de conocer —más o menos— a Alicia.
Aun así, antes de explicarme, he de aclarar que ya estaba interesado en el fenómeno de La pasión; fascinado incluso. Cuando me pasé por el cine una soporífera tarde de lunes para ver Miracle dos días antes del estreno de la película de Gibson, uno de los empleados me propuso salir por la puerta trasera después de ver la película. «Esto se va a convertir en un zoo», me dijo. Creo que siete de las veinte salas del cine habían sido reservadas por grupos eclesiásticos para ver el preestreno de La pasión.
No salí por detrás. Tenía demasiada curiosidad. Por un lado, quería averiguar si los cristianos comían palomitas con su crucifixión (descubrí que sí que lo hacen; por lo general, paquetes grandes). En cierto sentido, uno podía decir que aquella no era la habitual multitud de una tarde cualquiera; había una clara selección de atuendos cristianos (mi camiseta favorita rezaba JESÚS ES EL MÁS GRANDE), y absolutamente nadie se mandaba al infierno cuando se adelantaba en la cola de los refrescos. Esa gente se toma muy en serio el infierno.
La gente con la que hablé no parecía consternada por el alto nivel de violencia mostrada en la película. Una mujer mayor dijo: «Si Jesús sufrió todo eso por mí, lo menos que puedo hacer es verlo». Hablaba como si estuviésemos discutiendo sobre la película de Zapruder.
Fui a verla el domingo siguiente, al quinto día de su estreno y después de comprar las entradas en Fandango por primera vez en mi vida. La sala estaba casi a rebosar, con solo unos cuantos asientos libres dispersos en las primeras filas.
La pasión me pareció una película bastante buena, llena de emoción y compromiso. ¿Es irregular y en ocasiones cae en la extravagancia? Será mejor que lo creas. Es fácil imaginarse a Mel Gibson decidiendo que valdría la pena gastar 25 millones de dólares solo para mostrar a la gente Cómo Sucedió De Verdad la crucifixión, mostrando hasta el último hueso roto, la herida más supurante, el zumbido de cada mosca. Mel nos enseña la dolorosa verdad de una ejecución muy particular. Y su entusiasmo —o fervor religioso— lo empuja a recrearse una y otra vez en un mundo de hiperviolencia: Sam Peckinpah celebra el Viernes Santo.
Lo que nos lleva, por fin, a la dulce niña protagonista de esta columna. Alicia.
La pasión tiene clasificación R, es decir, no se admite a los menores de diecisiete años si no van acompañados por un adulto o tutor. Por lo tanto, si van acompañados, se les permite la entrada. No vi ni un solo niño entre la multitud del preestreno, pero había un montón de ellos en la sala a la que fui el domingo por la tarde, incluso iban vestidos para la iglesia y algunos tenían menos de doce años (el propio Gibson ha declarado que la película probablemente no es adecuada para niños menores de doce años).
Unos diez minutos antes de que la película comenzara, una mujer bien vestida de unos treinta años entró en la sala, que se llenaba rápidamente, de la mano de una niña y dos niños. Los niños parecían tener unos seis años. No tuve ocasión de mirarlos de cerca; mi asiento estaba ubicado al otro lado de la madre. Sin embargo, la niña pequeña, a la que voy a llamar Alicia, se sentó a mi vera. Una hermosura, podéis apostar a que sí. Vestido azul, medias limpias hasta las rodillas, lazos blancos en su cabello oscuro. Diría que no tenía más de diez años, probablemente rozaba los ocho.
La mamá, mientras tanto, había sacado su teléfono móvil y estaba llamando a una amiga. No estaba contenta. El acomodador del cine, decía a su amiga, había tenido el descaro de sugerirle que el nivel de violencia de La pasión no era adecuado para unos niños tan pequeños como los suyos. «Le he dicho —dijo la mamá— que si hay demasiada sangre pueden cerrar los ojos».
Durante la proyección de la película miré varias veces de reojo a Alicia. Aguantó bastante bien hasta que llegaron los azotes a Cristo. Luego cerró los ojos con fuerza y apretó el rostro en el costado de su madre. El cuerpecito dentro de aquel vestido azul mostraba evidentes signos de terror. La versión de Gibson de la flagelación parecía no acabar nunca, ya que el castigo romano consistía primero en una larga serie de azotes y luego una nueva tanda de latigazos con púas, para literalmente pelar la carne del cuerpo de Jesús, salpicando los adoquines de alrededor con su sangre.
Alicia ocultó el rostro durante quince minutos… pero es que aún restaban otros cincuenta minutos de castigo, tortura, crueldad y muerte. ¿Me avergonzaba estar en aquella sala de cine, a pesar de que la película de Gibson, considerando sus propios términos artísticos y religiosos, me parecía buena, e incluso magnífica? Sí. Y sigo sintiéndome avergonzado varios días más tarde. Porque cincuenta minutos cerrando los ojos es mucho tiempo cuando solo se tienen ocho años. Pero finalmente, ya veis, nuestra querida y dulce niñita dejó de apartar la vista.
La niña que he elegido llamar Alicia miró. Y miró. Y miró. Y la verdad es que seguirá mirando durante mucho más tiempo. En sueños.
En esos sueños no habrá redención, ningún perdón de los pecados, ninguna sagrada escritura, nada de vida eterna. Creo que en los sueños de Alicia solo habrá un Cristo de pesadilla sin piel y con un ojo hinchado. ⬥
Referencias
King, S. (19 de marzo de 2004). «The Passion of Alicia» en Entertainment Weekly.
The Zapruder Film es una película casera muda, filmada en 8 mm y en color por Abraham Zapruder, que muestra la caravana presidencial de John F. Kennedy a través de la Plaza Dealey en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963. La filmación es la grabación más completa que se tiene del asesinato del presidente Kennedy y ha sido estudiada múltiples veces, además de ser referenciada en multitud de películas desde entonces. En 1994, The Zapruder Film fue seleccionada por la Librería del Congreso de los Estados Unidos para ser preservada en el National Film Registry al ser «cultural, histórica o estéticamente significativa».