¿Importan las películas? (I)
Stephen King habla de sus películas favoritas de los últimos años y de por qué son importantes
Columna escrita por Stephen King y publicada en Entertainment Weekly el 5 de noviembre de 2003. Traducción de Javier Martos.
(Nota del autor: Lamento que tengáis que esperar dos semanas para la segunda parte, pero si pudisteis soportar que Kill Bill se dividiera en dos partes y El señor de los anillos en tres, creo que podréis con esto. —Steve).
Por supuesto que las películas importan. Pero, tenéis que preguntaros, ¿importan de verdad? ¿Importan tanto como los libros o las grandes obras como El rey Lear? ¿Este efímero formato por el que podéis mirar a través y que podéis incendiar con solo acercar una cerilla? ¿Algo que se pudre en menos de treinta años si no se cuida sumamente bien? ¿Algo que pasa ante vosotros en un constante presente y que no os permite volver atrás ni pararos a pensar, y que es —a diferencia de las obras teatrales— siempre lo mismo?
Mi respuesta es que podéis apostar vuestro dulce y redondo trasero a que no, no todas las películas importan. No importan un montón de ellas. Llevo un registro de todas las películas que he visto desde 1994, y no puedo recordar el 95 % de los títulos que aparecen en esa lista. ¿De qué iba, por ejemplo, Caballero del diablo? No tengo ni idea. ¿Y Una razón para luchar? Ni idea. Tengo un vago recuerdo de Duro de matar, pero no puedo deciros quién la protagoniza, aunque me pongáis una pistola en la sien.
Pero cincuenta años más tarde aún recuerdo la sensación de desmayo que sentí cuando la madre de Bambi fue asesinada, dejando al pobre cervatillo huérfano. Fui un niño que se crio solo con su madre, y me pasé muchas noches, con las luces apagadas, pensando en Bambi, preguntándome qué pasaría si le ocurriera lo mismo a mi madre. Aún recuerdo la frase con más fuerza de la película: «¡Hay hombres en el bosque!».
Recuerdo que mojé los pantalones de tanto reírme cuando vi por primera vez un capítulo de The Little Rascals. La culpa fue de Buckwheat. Buckwheat pudo conmigo. No sé si es racista o no (probablemente lo sea), pero es verdad.
Recuerdo mi primer flechazo en la pantalla; no fue Annette Funicello tendida en la playa con Frankie Avalon, sino Kim Novak y William Holden en Picnic. Recuerdo haber entendido, como en un estallido de luz, que las personas dominadas por una fuerte pasión pueden cometer cualquier locura. Pero, sobre todo, recuerdo haber deseado con todo mi corazón ser William Holden.
Recuerdo El buscavidas, con Paul Newman y Jackie Gleason, la primera película sin monstruos, disparos ni bromas que me llenó la cabeza y el corazón. Fue la película que me hizo entender que una buena actuación puede cambiarte la vida, pero que una gran actuación puede cambiar el mundo.
El bueno, el feo y el malo es una película sobre la que he escrito muy a menudo; baste decir que me asombró el tamaño de las cosas y los extravagantes trucos de ritmo que Sergio Leone intentó… y logró, la mayoría de las veces.
La noche de los muertos vivientes lleva tanto tiempo funcionando bien que se ha convertido en el equivalente cinematográfico de un chiste de «toc, toc», pero aún recuerdo el puro horror que sentí la primera vez que vi a la pequeña acuchillando a su madre hasta la muerte con una paleta de jardinería. Lo que pensé cuando vi esas sombras proyectadas caprichosamente por la luz de una bombilla oscilante fue: «Estoy en manos de un lunático, y no parará hasta asustarme». Nunca en mi vida había estado tan aterrado en una sala de cine.
Esas experiencias cinematográficas que te cambian la vida fueron menos frecuentes a medida que me hacía mayor, y durante un tiempo tuve la certeza de que con la brillante parábola de Billy Bob Thornton en El otro lado de la vida sería la última vez que sentiría algo así. Luego vi Mystic River, de Clint Eastwood, una de las tres o cuatro mejores películas que he visto en los últimos treinta años.
De Mystic River y Kill Bill hablaré en la próxima columna. Para entonces, espero que aquellos de vosotros que queráis verlas, ya lo habréis hecho, de modo que no será necesario entablar una discusión infantil sobre si he hecho «spoilers». (Cómo he llegado a odiar esta palabra). Estas dos películas son memorables a su manera, y una es un clásico. El porqué lo sabremos pronto; pero ahora os dejo una lista de buenas películas que he visto en los últimos quince años. He puesto un asterisco al lado de dos de ellas, para que no las olvidéis. Son las mejores, al menos para mí.
Sospechosos habituales… Fargo… Algo pasa con Mary… El otro lado de la vida*… Frequency… Matrix… El último escalón… American Beauty… Jóvenes prodigiosos… El sexto sentido… Alta fidelidad… L.I.E.… En la habitación… Cinema Paradiso… Iris… Mystic River*.
Dadles un vistazo y después acabaremos nuestro debate de por qué las películas importan, ¿de acuerdo? ⬥
Ganadores del Primer Torneo Anual de Frases de Hollywood.
Referencias
King, S. (5 de noviembre de 2003). «Do Movies Matter? (Part 1)» en Entertainment Weekly.
Se recibieron 8505 respuestas a nuestro Primer Torneo Anual de Frases de Hollywood. Los doce ganadores elegidos al azar, que recibirán una copia firmada de la novela Lobos del Calla son: Kimberly Ann Ayala, Sauk Village, Ill; Steven Brounell, Lake Worth, Fla; Lisa M. Burns, East Haven, Conn; Dale R. Bye, Minneapolis; Jim Nassivera, Washington Crossing, Pa; William Radtka, Massillon, Ohio; Thomas S. Randklev, Decatour, Ga.; Rebecca Richardson, Boscawen, NH; Francesca Schwenkbeck, Buffalo; Glenda Storm, Studio City, Calif.; Chris Swick, Saginaw, Mich; Barbara Zwickey, Amherst Junction, Wis.