Compadeciendo a Stephen King
Nadie conoce mejor a Stephen King que su esposa, Tabitha, aunque hay muchas cosas aún que desconoce de él
Artículo escrito por Tabitha King y publicado originalmente en Castle Rock. The Stephen King Newsletter vol. 3, núm. 8, en agosto de 1987. Traducción de Óliver Mayorga.
He leído varias cartas de fans que se han sentido dolidos, enfadados y ofendidos al creer erróneamente que Steve estaba registrando sus verdaderos sentimientos hacia sus lectores en Misery. Me tomo su angustia como algo auténtico y quiero aliviarla si me es posible. Misery no es la primera novela que examina la relación que hay entre el escritor y el lector, o entre el famoso y el fan, pero su exploración de los peores aspectos del vínculo entre famosos y fans es obvia y real. Aunque creo que Misery trata mucho más sobre la relación entre el escritor y su talento, y me gustaría compartir lo que sé acerca del vínculo entre un escritor y su obra.
Muchos creen que todas las personas que conocemos a través de nuestros sueños son realmente algún aspecto de nosotros mismos. Yo lo creo. Y para mí, la ficción es el sueño del escritor, compartido con otros soñadores, los lectores. Mi propia experiencia como escritora me dice que todos los personajes que he imaginado tienen sus raíces en algún aspecto de mí misma, incluidos los aspectos negativos. No digo que sea una violadora o una alcohólica. No lo soy. Pero mi trabajo era imaginar cómo sería ser alguien así. La imaginación partió de todas y cada una de las conexiones que pude establecer con un personaje así; por ejemplo, al haber estado borracha y con resaca en algunas ocasiones, sé algo sobre los efectos físicos de la intoxicación etílica. Aunque nunca he sido violada, como la mayoría de las mujeres tengo cierto conocimiento sobre el acoso sexual, de la intimidación sexual, de haber sido presionada, de forma poco amable, para tener relaciones sexuales con alguien. Sabía que la violación no es un crimen pasional, sino una muestra de poder sobre el otro, el acto de alguien que ha llegado a creer que los actos sexuales son una solución tan buena para su ira como golpear a alguien. De ahí tuve que extraer los elementos más difíciles para The Trap.1
En The Shining, un escritor fracasado pierde el control e intenta asesinar a su mujer y a su hijo mientras se encuentran aislados en un hotel encantado durante la temporada baja. La novela trata en parte de los efectos generacionales del maltrato infantil, y del conflicto entre un hombre que persigue sus ambiciones creativas y sus responsabilidades familiares. Se podría decir que el hotel, el Overlook, es una metáfora del propio impulso creativo, de la necesidad de contar historias. Cuando escribió The Shining, Steve era un padre joven, casado desde hacía menos de cinco años. Había crecido sin padre, sus modelos de paternidad provenían en gran medida de la televisión: Father Knows Best y Leave It To Beaver. Era tan inseguro como cualquier padre joven, y quizá más que la mayoría. Y como la mayoría de los padres jóvenes, descubrió que no iba a ser un padre perfecto. Se enfadaba profundamente con sus hijos y, en consecuencia, también sentía una profunda culpa, ya que, en su corazón, todos los padres que se cabrean saben que los niños no tienen la culpa. Steve también notaba las exigencias que suponía una familia sobre su tiempo y energía. A veces se producía un conflicto directo y evidente: cuando uno de los niños pintarrajeaba en un manuscrito, por ejemplo. Esos sentimientos de Steve aparecieron en The Shining en la rabia explosiva y autodestructiva de Jack Torrance, antes maltratado, ahora maltratador. Sin embargo, Steve nunca fue un padre abusivo, ni me levantó la mano. Utilizaba esas molestas iras y culpas como trampolín para imaginar a Jack Torrance. Y tal vez la imaginación fue catártica.
En Pet Sematary muere un niño pequeño. Con este libro recibimos muchas cartas de padres afligidos diciendo que había sido algo duro de leer, pero que de alguna manera ayudaba. Las raíces de esta historia son tan claras para mí como las de The Shining. Cuando Steve escribió Pet Sematary, nuestro hijo pequeño, Owen, apenas tenía dos años.
Lo primero que hay que saber es que la cabeza de Owen, al nacer, era alarmantemente grande. Durante un tiempo vivimos con la sospecha de que era hidrocefálico. Fue, como podéis imaginar, una experiencia estresante. Siempre me había preguntado cómo se las arreglan los padres con un niño discapacitado. Fue impresionante descubrir que no solo quería a Owen a pesar de su gran cabeza con forma de seta, sino que lo quería por ello. Las varices en sus sienes, la mollera sobredimensionada que latía mucho más que la de mis otros bebés, las crestas de sus placas craneales… se convirtieron en algo hermoso y precioso para mí. Resulta chocante volver a ver nuestras películas caseras y ver lo extraño que era de bebé: alto, flaco y pálido, con su carita bajo su frente como un parachoques, su cabeza tambaleándose como una gran flor en su tallo, todo desproporcionado con respecto a su cuerpo. Bueno, no era hidrocefálico, solo un niño con una cabeza monstruosa destinada a ir sobre los anchos hombros de un hombre muy grande. Así que, justo antes de que Steve escribiera Pet Sematary, habíamos pasado por un periodo aterrador en el que temíamos por la muerte y la vida de Owen.
Como la mayoría de los niños pequeños, Owen pensaba que era muy divertido salir huyendo de mamá y papá. Justo después de mudarnos a Orrington para que Steve pudiera dar clases durante un año en la Universidad de Maine, en Orono, Owen hizo una seria escapada en busca de libertad, dirigiéndose a través del césped hacia la Ruta 15, una vía de camiones y un tramo de carretera realmente aterrador. Lo atrapamos. Pero nos dejó destrozados. Owen solo se rio al ver a mamá y a papá desplomados en el césped.
Poco después, el gato de cuatro años de nuestra hija Naomi, Smucky, tuvo un encuentro fatal con un camión en la Ruta 15. Esto ocurrió mientras Naomi y yo estábamos fuera de casa. Cuando volvimos, Steve me llevó aparte y me dijo que el gato estaba muerto y que lo había enterrado en el cementerio de mascotas del vecindario, en nuestro huerto. Él quería decirle a Naomi que el gato se había escapado. Yo insistí en decir la verdad. Naomi tuvo un fin de semana difícil. Hicimos un funeral formal y colocamos una lápida y algunas flores en la tumba de Smuck y ese fue el final. Casi.
Es fácil ver que Pet Sematary procede de los miedos y terrores de los meses en los que parecía probable que Owen fuera hidrocefálico. Si el gato de Naomi no hubiera muerto, si no hubiéramos alquilado la casa con el cementerio de mascotas en el huerto, si Owen nunca hubiera salido disparado hacia la Ruta 15, Steve habría sacado de su pozo personal de experiencias e imaginación algunos otros elementos con los que contar la historia.
Paul Sheldon, el escritor protagonista de Misery, no es Stephen King, sino una especie de tejido procedente de la imaginación de Stephen King. Steve no se siente atrapado en un género: creo que la mayoría de los fans estarían de acuerdo en que, de hecho, ha trascendido el gueto de la historia de terror una y otra vez. Él mismo dice que no hubo ninguna elección consciente, ninguna prostitución deliberada, como parece creer Paul Sheldon que ha cometido. Steve ha estado escribiendo su obra «seria» todo el tiempo. Es lo que habéis estado leyendo. No hay valiosas novelas artísticas metidas en un cajón, pudriéndose por falta de interés de los editores. Lo que Paul Sheldon y Stephen King tienen en común son unos lectores amplios y devotos, los prejuicios de la crítica sobre los géneros en los que trabajan y un vínculo obsesivo con su obra.
Annie Wilkes no es la personificación de los fans y lectores de Steve. Si ella personifica a algún fan, quizá sea a Mark Chapman.2 La celebridad atrae a la locura y a todo tipo de personas. La propia conexión que existe —yo misma la he sentido, cuando la lectura es un punto central en mi vida— entre el escritor y el lector, atrae inevitablemente a los que más necesitan conectar con cualquiera, con cualquier cosa, así como a aquellos para los que la conexión es enriquecedora. Espero que todos seamos lo suficientemente honestos como para admitir que hay aficionados cuya devoción es malsana y desequilibrada.
Quizá lo más importante es que Annie Wilkes es una metáfora del propio impulso creativo. Si Steve fuera un coche, y si la potencia fuera el impulso creativo, tendría que ser uno de esos maravillosos monstruos metálicos de los años treinta, con treinta y seis cilindros bajo su capó. Un motor tan potente se conduce solo. Es bastante aterrador cuando va a tope. Misery se ocupa mucho más de la forma en que una persona creativa puede ser torturada por sus propias facultades, adicta al acto de crear, dañada por él. Al final, Paul Sheldon no se ha liberado de Annie Wilkes: ella le mantiene cautivo todavía, emocional y creativamente.
No sé qué os ha parecido la historia que Paul Sheldon le cuenta a Annie, pero a mí me ha encantado: África, como metáfora del acto creativo, la diosa de las abejas, lo que los griegos llamaban musa, la propia Misery, la bondad cautiva por la muerte aparente y luego por los devotos de la diosa de las abejas. Al final, Paul Sheldon consigue embaucar a Annie Wilkes el tiempo suficiente para conseguir su propia supervivencia y, lo que es más importante, la supervivencia de su creación.
En diecisiete años de matrimonio, todavía estoy descubriendo cosas que no sabía o entendía sobre Steve. Espero que él siga descubriendo lo desconocido en mí. Aunque viva con él, todavía sigo trazando un mapa. Aunque, en cierto sentido, vosotros los lectores conocéis muy bien a este hombre, me gustaría sugerir que sin embargo no lo conocéis y eso es algo bueno, tanto para Stephen como para vosotros. Aún existe un continente desconocido que explorar juntos, lleno de maravillas aún no contadas, y que probablemente nunca serán del todo comprensibles. Con la exquisita e inexorable lenta evolución de la geografía, esta se reordena, por lo que el mapa está siempre desfasado. No solo es así, sino que, por una vez, debería ser así. ⬥
Referencias
King, T. (agosto de 1987). «Co-miser-a-ting with Stephen King» en Castle Rock. The Stephen King Newsletter vol. 3, núm. 8.
Tercera novela de Tabitha King, publicada en 1985.
Mark David Chapman fue sentenciado por el asesinato de John Lennon, músico y exmiembro de The Beatles, cometido el 8 de diciembre de 1980. Horas antes de cometer el asesinato, Chapman le entregó a Lennon una copia de su álbum Double Fantasy para que se la firmara.
Gran idea traer este artículo al blog, Óliver. Es muy interesante leer estas reflexiones de la esposa de King. Gracias por traducirlo y compartirlo. Saludos!
Hola, Óliver.
Un artículo interesantísimo. Por un lado, nos permite ver a un Stephen King distinto, desde la perspectiva de otros ojos, mucho más cercanos y más subjetivos. Por otro, los comentarios certeros de Tabitha no avisa sobre la distancia entre el escritor y la persona tras él, que muchos tendemos a acortar.
Es curioso lo que se puede ocultar tras la inspiración de una novela. Las experiencias propias mezcladas con la imaginación del escritor.
Lo que está claro es que Stephen King es capaz de llevar muy lejos esas experiencias y convertirlas en increíbles historias ficticias, pero que lleva a vivirlas a sus lectores.
Me encantó el artículo, gracias por traducirlo y leerlo.
Un abrazo.