El juego de la clasificación por edades
Stephen King habla de la clasificación de las películas y de cómo ha cambiado el sistema a lo largo de los años
Columna escrita por Stephen King y publicada en Entertainment Weekly el 5 de marzo de 2004. Traducción de Javier Martos.
«Cuanto más cambian las cosas, más iguales permanecen», dijo un ingenioso francés1, aunque algunas cosas no parecen cambiar en absoluto. Allá por el año 69, cuando yo era joven y estaba lleno de fuego revolucionario, Jack Valenti y el sistema de clasificación por edades de la MPAA atrajeron mi atención poco entusiasta.2 En una columna escrita para el periódico del campus de la Universidad de Maine opiné que debería descartarse tanto al sistema como al propio Valenti. Y aquí estoy ahora, dándole palos al mismo perro, y, maldita sea, el mismo tipo sigue sujetando la correa.
Con el paso de los años me he aplacado (un poco) y puedo convivir con el sistema de clasificación por edades. Pero seamos claros en algo: lo que veis en las películas —y mucho más importante, lo que no veis— tiene muchísimo que ver con la valoración de monsieur Jack Valenti, que nació en 1646. Eso significa que tiene 358 años, lo que explica que en algunas fotografías recientes parezca un reptil del desierto de buen tamaño con una peluca a lo Bob Barker.3
Lo que provocó que mi mente volviera a acordarse estos días del sistema de clasificación por edades fue el tráiler de una película llamada Amanecer de los muertos. Lo vi durante la proyección de El efecto mariposa, y me pareció genial. El tráiler, me refiero; Ashton Kutcher no me aportó mucho, queridos. La nueva Amanecer de los muertos tiene clasificación R. Esto no significa que sea buena. Lo único que significa, en realidad, es que los cinéfilos veteranos sabrán exactamente lo que no verán, porque la gente como nosotros sabemos muy bien cuál es la frontera existente entre las tierras de la clasificación R y la jungla de la clasificación NC-17. Esto tiene más gracia cuando recordamos la versión original de Amanecer de los muertos, una feroz, divertida y desagradable fábula de George A. Romero sobre el apocalipsis estadounidense… Lo que el genial Joe Bob Briggs llamaría «carnaza comercial».
La película de Romero —originalmente estrenada sin clasificación— comienza, según recuerdo, con un pelotón de policías respondiendo a una suerte de disturbio en un barrio residencial. Mientras tanto, una mujer corre a los brazos de un hombre que parece ser su marido… y el tipo responde desgarrándole el hombro a dentelladas. El público grita de horror, pero también de total incredulidad. Acaban de mostrarles algo que no habían visto nunca. Y aunque los efectos digitales sean perfectos en el remake (aunque en mi opinión nada mejorará los cadáveres de Tom Savini), esto es lo que no veréis: nada que os deje boquiabiertos.
Nada que no hayáis visto antes, en pocas palabras.
Lo que más me disgusta del sistema de clasificación de 1969, y lo que más me disgusta ahora (aunque, sí, ya me he resignado. ¿Qué decía la canción de Elvis Costello? «Estoy disgustado / Y ahora intento estar sorprendido»), es su hipocresía. Hay que fijarse en las películas PG-13 de grandes presupuestos para cogerle el punto al tema, porque, con MPAA o sin ella, el motor básico de la industria del cine sigue siendo el mismo: el dinero. Las dos primeras películas de El señor de los anillos obtuvieron sorprendentes beneficios, superando los 600 millones de dólares (solo en el mercado doméstico) y, como resultado, Peter Jackson es capaz de mostrar [en la tercera parte] una gran cantidad de material con clasificación R y aun así obtener un PG-13. Cosas como un montón de cabezas catapultadas contra los muros de los castillos. Cosas como Ella-Laraña, algo que suele aparecer en las pesadillas de cualquier niño, persiguiendo a Frodo y guiándolo hasta la muerte —o eso podría parecer— y luego envolviéndolo en un capullo de telarañas. Un horror que podría hacerle sombra a los dedos-cuchillos de Freddy.
¿Es El retorno del rey una gran película? Sí. ¿Merece el Oscar a la Mejor Película, no solo por sí misma, sino también por sus desairadas antecesoras? Sí. ¿Sería clasificada PG-13 si fuera de otra productora, estuviera dirigida por John Carpenter y se llamara… mmm, digamos Ella-Laraña? No, sería clasificada R. Pero, cómo no, el PG-13 siempre ha sido un inteligente refugio para las películas R de los grandes estudios. Incluso tras las protestas por la clasificación R de Gremlins en 1984 se creó una nueva clasificación. ¿Os acordáis del gremlin en el microondas?
La moralidad pública es impetuosa, y provoca que las películas sean clasificadas de cualquier manera, como por ejemplo ¿Quién teme a Virginia Woolf?, que impulsó a la industria cinematográfica a actualizar el moribundo código Hays en 1968, un año antes de mi airada columna. Hace unos años compré en una casa especializada una vieja película de terror (de 1972), La posesión de Joel Delaney, e incluía una secuencia que me dejó boquiabierto. En ella un niño pequeño es forzado por el malo a subirse y bajarse de una mesita de café, totalmente en cueros. El desnudo es frontal. La secuencia no tiene ninguna connotación sexual, al menos no para la trama de la historia, pero ¿podéis imaginaros qué pasaría si tal escena apareciese en una película actual? Si se estrenara ahora, seguramente sería clasificada como NC-17, aunque La posesión de Joel Delaney fue clasificada R. Uno solo puede encogerse de hombros y decir «Algunas cosas sí que cambian».
A pesar de la hipocresía y la moralidad cambiante, no voy a plantear la supresión del sistema de clasificación por edades. Eso lo haría el antiguo King. Ahora pienso que esta clasificación tiene algo de malvada diversión. Un matiz de sorpresa. Salvo para las PG-13 de grandes presupuestos, claro está.
En ese caso, cuidado con las cabezas voladoras. ⬥
Referencias
King, S. (5 de marzo de 2004). «The Rating Game» en Entertainment Weekly.
Esta es una frase (epigrama) que Jean-Baptiste Alphonse Karr utilizó por primera vez en enero de 1849 en la revista mensual francesa Les Guêpes.
Clasificación por edades en Estados Unidos:
G: Todos los públicos.
PG: Se recomienda el acompañamiento de un adulto.
PG-13: Incluye escenas inapropiadas para menores de 13 años.
R: Los menores de 17 años requieren acompañamiento de un adulto o tutor.
NC-17: No se admiten menores de 17 años.
Stephen King exagera a propósito la edad de Jack Valenti, quien, en realidad, nació en 1921.
Buenos días, Javier
Como casi siempre, don Stephen da en la diana: Moral, hipocresía y dinero. Tres conceptos que bien manipulados lo controlan todo y nos controla a todos.
Aquí en España hace ya tiempo que se vuelve a demandar los rombos. ¡Hay que proteger a nuestros niños!, dicen. Pero luego les dejan los móviles desde que son casi bebés. Ellos, que son más listos que el hambre, aprenden pronto a desenvolverse en él de forma más ágil, sutil e inteligente que los que peinamos canas y terminan viendo lo que les da la gana. Eso sí, sus padres ni se enteran.
Es evidente que los niños necesitan supervisión e irles dosificando la realidad que les rodea, pero es mucho más dramático y hasta visceral, un telediario que una película de zombies. Porque en el fondo, no son tontos, ellos si saben distinguir la ficción de la realidad. Al menos, la mayoría. Lo que no hacen algunos noticieros.
He visto más escenas espeluznantes en películas de superhéroes que en las de terror.
En definitiva, estaremos siempre controlados por unos defensores de la moral que tienen una moral muy variable e interesada. Como con todo.
King dice que ya se relaja con estos temas. Tal vez ese sea el problema, terminamos aceptándolo todo. No hay lucha posible contra lo establecido. Además, vamos dando pasos atrás más rápido que un cangrejo con nostalgia.
Gracias por el artículo, gracias por la traducción, gracias por compartirlo.
Un Abrazo.