Como casi siempre, don Stephen da en la diana: Moral, hipocresía y dinero. Tres conceptos que bien manipulados lo controlan todo y nos controla a todos.
Aquí en España hace ya tiempo que se vuelve a demandar los rombos. ¡Hay que proteger a nuestros niños!, dicen. Pero luego les dejan los móviles desde que son casi bebés. Ellos, que son más listos que el hambre, aprenden pronto a desenvolverse en él de forma más ágil, sutil e inteligente que los que peinamos canas y terminan viendo lo que les da la gana. Eso sí, sus padres ni se enteran.
Es evidente que los niños necesitan supervisión e irles dosificando la realidad que les rodea, pero es mucho más dramático y hasta visceral, un telediario que una película de zombies. Porque en el fondo, no son tontos, ellos si saben distinguir la ficción de la realidad. Al menos, la mayoría. Lo que no hacen algunos noticieros.
He visto más escenas espeluznantes en películas de superhéroes que en las de terror.
En definitiva, estaremos siempre controlados por unos defensores de la moral que tienen una moral muy variable e interesada. Como con todo.
King dice que ya se relaja con estos temas. Tal vez ese sea el problema, terminamos aceptándolo todo. No hay lucha posible contra lo establecido. Además, vamos dando pasos atrás más rápido que un cangrejo con nostalgia.
Gracias por el artículo, gracias por la traducción, gracias por compartirlo.
Te respondo yo, José Antonio, aunque sin duda le haré llegar tus palabras a Javier.
La sensibilidad y el nivel de tolerancia a ciertos contenidos e imágenes creo que juegan un papel principal en este escenario de la clasificación por edades. Y como cada persona tiene su propia sensibilidad y nivel de tolerancia, por supuesto, se origina tamaño dilema. Porque, claro, la clasificación impuesta por este sistema es general para todos.
Yo soy bastante sensible a según qué imágenes. Y quizás por eso mi zona de confort se halla en el cine clásico estadounidense de los años 30, 40 y 50. Entonces el Código Hays controlaba de forma estricta lo que se podía o no se podía ver. Esta censura tenía aspectos negativos, o al menos cuestionables, como que los malos nunca se salían con la suya y debían pagar siempre por sus crímenes. O la eliminación de cualquier mensaje subversivo «explícito». Y subrayo lo de explícito, porque si algo bueno tenía la censura es que siempre había quien se buscaba las mañas para esquivarla. Y ahí es cuando veo la genialidad de los autores que, mediante la creatividad y el ingenio, eran capaces de transmitir mensajes e ideas prohibidos de forma muy sutil.
No me gusta lo explícito, me gusta más la insinuación. Siempre he pensado que quien decide mostrarlo todo con todo lujo de detalle no tiene talento ni creatividad para jugar con el subtexto. No quiero ver un tiroteo y cuerpos manando sangre; en su lugar, prefiero el toque Lubitsch, con el sonido de un disparo fuera de cámara tras una puerta que se cierra.
Ahora mismo está triunfando una película gore, «Terrifier 2», de la que no paran de hablar en las redes y en cualquier otro lugar. Dicen de ella que es muy fuerte, asquerosa hasta provocar el vómito. Y hay muchos menores expuestos a esa publicidad tan gráfica de manera constante. Coincido contigo, es de sentido común, en que hay que supervisar a los más jóvenes para que ese tipo de imágenes no les provoquen impresiones que, de algún modo, puedan afectarles negativamente. Porque el cine comercial actual parece que se ha propuesto competir con la cada vez más cruda realidad y mostrar imágenes todavía más hirientes y desagradables. El público es sensible en mayor o menor grado, pero las productoras son monstruos sin corazón. Son capaces de ir hasta el límite de crudeza para venderte una película PG-13 con escenas que deberían tener una clasificación superior. Y todo por dinero, por supuesto.
No lo sé, hablo desde mi perspectiva sensible. No se trata de poner el grito en el cielo ni de sobreproteger a los menores (aunque insisto en lo de la supervisión), pero sí desearía un mayor control por parte de las productoras para que ciertos contenidos estuviesen más restringidos.
Un saludo, José Antonio. Es un placer siempre leer tus aportaciones.
La sensibilidad, como los gustos, es propia de cada uno. No a todos nos afecta igual una muerte, un susto o un beso. Y entiendo que las restricciones, avisos o clasificaciones se han de hacer de forma global.
Te comento algo que para cualquiera puede ser anecdótico, pero a mí me mata. Tantísimas pelis en las que sale una vomitona. Además, suelo tener la "suerte" de que casi siempre me coge comiendo, es a la hora en que suelo ver la tele.
Como bien dices, se empeñan en mostrarlo todo al detalle, siendo innecesario. Vómitos, sangre, ensañamiento... A mí también me gusta la insinuación por encima de la explicitud. Creo que hace funcionar la imaginación y permite que cada uno lo recree en su mente según su sensibilidad, su experiencia o su miedo. De esta forma, se hace mucho más personal la experiencia. Esto lo sabe hacer maravillosamente Stephen King.
Sí, es necesaria la supervisión, pero hoy en día es más difícil que salga en escena un pezón, o un genital, que un desmembramiento, o una vomitona. ¿Dónde está el límite? No quiero pensarlo.
El placer es mío de poder disfrutar de estos artículos y de tus comentarios.
Buenos días, Javier
Como casi siempre, don Stephen da en la diana: Moral, hipocresía y dinero. Tres conceptos que bien manipulados lo controlan todo y nos controla a todos.
Aquí en España hace ya tiempo que se vuelve a demandar los rombos. ¡Hay que proteger a nuestros niños!, dicen. Pero luego les dejan los móviles desde que son casi bebés. Ellos, que son más listos que el hambre, aprenden pronto a desenvolverse en él de forma más ágil, sutil e inteligente que los que peinamos canas y terminan viendo lo que les da la gana. Eso sí, sus padres ni se enteran.
Es evidente que los niños necesitan supervisión e irles dosificando la realidad que les rodea, pero es mucho más dramático y hasta visceral, un telediario que una película de zombies. Porque en el fondo, no son tontos, ellos si saben distinguir la ficción de la realidad. Al menos, la mayoría. Lo que no hacen algunos noticieros.
He visto más escenas espeluznantes en películas de superhéroes que en las de terror.
En definitiva, estaremos siempre controlados por unos defensores de la moral que tienen una moral muy variable e interesada. Como con todo.
King dice que ya se relaja con estos temas. Tal vez ese sea el problema, terminamos aceptándolo todo. No hay lucha posible contra lo establecido. Además, vamos dando pasos atrás más rápido que un cangrejo con nostalgia.
Gracias por el artículo, gracias por la traducción, gracias por compartirlo.
Un Abrazo.
Te respondo yo, José Antonio, aunque sin duda le haré llegar tus palabras a Javier.
La sensibilidad y el nivel de tolerancia a ciertos contenidos e imágenes creo que juegan un papel principal en este escenario de la clasificación por edades. Y como cada persona tiene su propia sensibilidad y nivel de tolerancia, por supuesto, se origina tamaño dilema. Porque, claro, la clasificación impuesta por este sistema es general para todos.
Yo soy bastante sensible a según qué imágenes. Y quizás por eso mi zona de confort se halla en el cine clásico estadounidense de los años 30, 40 y 50. Entonces el Código Hays controlaba de forma estricta lo que se podía o no se podía ver. Esta censura tenía aspectos negativos, o al menos cuestionables, como que los malos nunca se salían con la suya y debían pagar siempre por sus crímenes. O la eliminación de cualquier mensaje subversivo «explícito». Y subrayo lo de explícito, porque si algo bueno tenía la censura es que siempre había quien se buscaba las mañas para esquivarla. Y ahí es cuando veo la genialidad de los autores que, mediante la creatividad y el ingenio, eran capaces de transmitir mensajes e ideas prohibidos de forma muy sutil.
No me gusta lo explícito, me gusta más la insinuación. Siempre he pensado que quien decide mostrarlo todo con todo lujo de detalle no tiene talento ni creatividad para jugar con el subtexto. No quiero ver un tiroteo y cuerpos manando sangre; en su lugar, prefiero el toque Lubitsch, con el sonido de un disparo fuera de cámara tras una puerta que se cierra.
Ahora mismo está triunfando una película gore, «Terrifier 2», de la que no paran de hablar en las redes y en cualquier otro lugar. Dicen de ella que es muy fuerte, asquerosa hasta provocar el vómito. Y hay muchos menores expuestos a esa publicidad tan gráfica de manera constante. Coincido contigo, es de sentido común, en que hay que supervisar a los más jóvenes para que ese tipo de imágenes no les provoquen impresiones que, de algún modo, puedan afectarles negativamente. Porque el cine comercial actual parece que se ha propuesto competir con la cada vez más cruda realidad y mostrar imágenes todavía más hirientes y desagradables. El público es sensible en mayor o menor grado, pero las productoras son monstruos sin corazón. Son capaces de ir hasta el límite de crudeza para venderte una película PG-13 con escenas que deberían tener una clasificación superior. Y todo por dinero, por supuesto.
No lo sé, hablo desde mi perspectiva sensible. No se trata de poner el grito en el cielo ni de sobreproteger a los menores (aunque insisto en lo de la supervisión), pero sí desearía un mayor control por parte de las productoras para que ciertos contenidos estuviesen más restringidos.
Un saludo, José Antonio. Es un placer siempre leer tus aportaciones.
Pues de acuerdo en todo lo que comentas, Óliver.
La sensibilidad, como los gustos, es propia de cada uno. No a todos nos afecta igual una muerte, un susto o un beso. Y entiendo que las restricciones, avisos o clasificaciones se han de hacer de forma global.
Te comento algo que para cualquiera puede ser anecdótico, pero a mí me mata. Tantísimas pelis en las que sale una vomitona. Además, suelo tener la "suerte" de que casi siempre me coge comiendo, es a la hora en que suelo ver la tele.
Como bien dices, se empeñan en mostrarlo todo al detalle, siendo innecesario. Vómitos, sangre, ensañamiento... A mí también me gusta la insinuación por encima de la explicitud. Creo que hace funcionar la imaginación y permite que cada uno lo recree en su mente según su sensibilidad, su experiencia o su miedo. De esta forma, se hace mucho más personal la experiencia. Esto lo sabe hacer maravillosamente Stephen King.
Sí, es necesaria la supervisión, pero hoy en día es más difícil que salga en escena un pezón, o un genital, que un desmembramiento, o una vomitona. ¿Dónde está el límite? No quiero pensarlo.
El placer es mío de poder disfrutar de estos artículos y de tus comentarios.
Un abrazo.